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LA EVANGELIZACION DE LA CLASE OBRERA, ¿uNA UTOPIA? Camilo E. Luquin, ofm. cap. A sus setenta y cinco maduros años, Pie– rre A. Jaminet (Pedro) mira su pasado con gran serenidad, a sabiendas de que el llamado a la vida consagrada y al compromiso con los más pobres, que experimentó casi en su ado– lescencia, no lo encontró siempre tan dispo– nible como lo hubiera deseado -y no podía ser de otra manera- , pero sí con la seguridad y serenidad de quien ha permanecido fiel a ese llamado en lo esencial, y con la "presunción", que ni siquiera deja traslucir, por lo demás, cuando nos cuenta su vida, de haber sido uno de los pioneros de la "misión obrera" en Bél– gica, como de la "inserción" en América La– tina. Franciscano-capuchino por vocación y destino, hombre del pueblo siempre por gracia de Dios y temperamento, buscador nato e in– tentador de caminos nuevos como pocos a lo largo de su vida, puede mirarla ahora con serenidad, y si fuera capaz de hacerlo, con or– gullo, por haber sido fiel a sus intuiciones fun– damentales, que anticiparon en no pocos años las de la Iglesia del Vaticano 11, Medellín y Puebla. Por eso hemos querido entrevistarlo para este número especial de CUADERNOS FRAN– CISCANOS. El mismo nos pidió que titulá– ramos este reportaje "La evangelización de la clase obrera, ¿una utopía?", porque vivió esa preocupación y esa tensión en carne propia a lo largo de toda su vida. Nacido en Verviers (Bélgica) en 1914, "agradezco al Señor - nos dice- haber vivido mi infancia en un ambiente familiar impreg– nado de espíritu cristiano". Desde muy tem– prana edad comenzó a pensar en su futuro: "Quería ser misionero, dentro del contexto ro– mántico de la vida de los misioneros que se vivía entonces". Era todavía un niño cuando se incorporó al movimiento "scout". "Soy egoísta -dice– y me cuesta moverme para prestar a los her– manos los pequeños servicios de la vida fami– liar. Pero, ¿qué hubiera sido de mí si no hu– biera recibido la formación para el servicio en un movimiento como el escultismo, donde la 'buena acción diaria' es de rigor? Desde 486 los 11 años, el escultismo llenaba casi total– mente mis tiempos libres. Era en las reunio– nes, paseos, campamentos, donde se desarro– llaba, junto con el espíritu de servicio, el gus– to por la naturaleza, la valentía para afrontar el mal tiempo, el frío o el sol ardiente del verano, la preocupación por los más chicos (lobatos), con el seguimiento de san Francis– co". Y, precisamente, la lectura de la "Vida de san Francisco de Asís" de J. Joergensen le permitió entrever un posible camino para su vida. "Fue la chispa que despertó mi voca– ción a la vida franciscana". Y todo sucedió durante una larga enfermedad. "Ahí, en la soledad de mi cuarto de enfermo, y en la lec– tura y meditación del libro de Joergensen, en– contré mi vocación", afirma Pedro. Mucho le ayudó también la asidua práctica religiosa en el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y con los Jesuitas, donde realizó sus estudios en su ciudad natal. A los 13 años ya era "un joven impacien– te, que buscaba caminos en vista a tomar una decisión". Pronto se vincularía con los Capu– chinos, y antes de finalizar los estudios de Humanidades, solicitó ingresar al noviciado. Debió esperar todavía dos años más, hasta terminar los estudios medios; y, previo un re– tiro de ocho días, ingresó en el noviciado ca– puchino a los 18 años. Luego de su profesión religiosa en 1933, inició sus estudios eclesiás– ticos, alternándolos durante algún tiempo con el servicio militar, en calidad de enfermero. -¿cómo ves ahora, desde la perspectiva de los años, tu formación para la vida reli– giosa? -Era una vida muy sencilla, con unas prácticas de piedad bastante cerradas, junto a una comunidad de hermanos mayores, al– gunos de ellos de gran experiencia, verdade– ros guías espirituales. En el grupo de jóvenes estudiantes había un gran entusiasmo por los estudios eclesiásticos, bastante deficientes sin embargo. Siempre he echado en falta una for– mación bíblica más sólida, más científica y mística a la vez. -¿En qué sentido dices que la vida de piedad era un tanto cerrada en la etapa de formación? -Esa especie de obsesión por "ser santo" lo más rápidamente posible, esa tensión; y el no entender la relación entre fe y vida, o no valorar la realidad como constitutiva de la vida religiosa. Eso me ayudó a valorar mucho

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