BCCCAP00000000000000000001576

No es un invento de la Teología de la Liberación ver en los pobres un signo teológico que está pidiendo una respuesta de cercanía y solidaridad. Los Religiosos, muchos de ellos, así lo han sentido, y se han arriesgado a ser perseguidos dentro y fuera de la Iglesia. Me impresiona siempre leer un párrafo de la carta a los Hebreos: "Me faltaría tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón, Barac, Sansón... y los Profetas. Estos, por la fe, some– tieron reinos, hicieron justicia... Unos fueron torturados, otros soportaron burlas y azotes y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes, faltos de todo; oprimidos y maltratados, ihombres de los que no era digno el mun– do! e rrantes por desiertos y montañas, por cavernas y antros de la tierra" (Heb 11, 32-38). Esta condición profética es una página que está escribiendo la Vida Religiosa en Amé– rica Latina durante estos 25 años. No todo es oro fino. También han podido saltar a la pa– lestra juntamente con los locos por el Evangelio, otros anormales psicológicos o psicópa– tas. Dios nos libre de estos acompañantes de camino. "Por sus frutos los conocerán" (Mt 7, 16). Y los frutos no pueden ser otros que los del Espíritu: "amor, alegría, paz, paciencia... contra tales cosas no hay ley" (Gál 5, 22-23). O como se dice en otra parte: "La caridad es paciente, es servicial... no busca su interés... todo lo espera, todo lo soporta" (1 Cor 13, 4-7). Para los años venideros deseo a estos Religiosos profetas que "se fijen en Aquel que so– portó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcan faltos de áni– mo" (Heb 12, 3). Anteponer la vida al culto es algo que no tolerdrán los miembros del Sanedrín ni los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás. La vida profética necesita vitalmente la dimensión contemplativa. Hubo momentos de impetuosidad, de activismo. Hoy la Vida Religiosa en medio de la contradicción va encon– trando serenidad, experimenta la gracia y siente necesidad de agradecer y de escuchar. Des– de los pobres se encuentran óptimas condiciones para escuchar. Sabemos que el profeta es inicialmente una persona que escucha, un hombre o una mujer orantes. "Si alguno no es– cucha mis Palabras, las que ese profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuen– tas de ello" (Deut 18, 19). Honestamente no podemos evangelizar si no hemos sido evan– gelizados, si no hemos oído la Buena Nueva: "¿Cómo creerán en Aquel a quien no han oí– do?" (Rm 10, 14). La predicación proviene de escuchar la palabrd de Cristo (Rm 10, 17). Quizás nos falte hoy en América Latina, y en otras pa1ies, un poco de credibilidad. Que no nos consideren puros activistas, sino o riginalmente contemplativos. Recuerdo que en una ocasión, en Caracas, estaba reunido un grupo de sacerdotes pata escuchar una charla a un Religioso muy comprometido. La mayoría de los presentes abrigaban recelo y sospe– chas contra aquel Religioso: ¿Horizontalista, marxista, politizado? El Religioso les pidió comenzar haciendo oración juntos. Cayeron los prejuicios, y alguno me confesaba después: '"No me imaginaba encontrar en X tal profundidad espiritual". Ojalá que el profetismo de la Vida Religiosa en AL., y en todo el mundo, sea genuino; el profetismo que surge de la audición de la palabra de Dios que se hizo historia, que se hi– zo hombre, que se hizo pobre, y fue asesinado por mantenerse fiel al proyecto del Padre. 3. LA HERMANDAD IRRENUNCIABLE La formación para la Vida Religiosa en A.L. viene siendo otro rasgo que caracteriza la Vida Consagrada de estos últimos 25 años. A grandes trazos podríamos decir que la formación que se daba antes del Vaticano II se fundaba en una distinción: primero la teoría, después la vida. Sé que me expongo a la ca– ricaturización, pero yo experimenté ese planteamiento en mi propia formación. Había que estudiar, aislarse del mundo, adquirir un bagaje intelectual primero. Cuando llegaba el día D, repentinamente te lanzaban al siglo: ahora ya podías aplicar tus conocimientos, hacer apostolado. Los principios establecidos debían aplicarse para cambiar la realidad. La vida venía después. Era el método descendente. En la etapa formativa, el sistema era de comunicación de saberes. Los fonnadores eran los protagonistas, los que sabían, y los formandos eran los destinatarios pasivos, los que ig– noraban. La estructura era vertical y basada en la autoridad legal. 442

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz