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santuario, más donativos, más sacrificios, más ingresos. Todo ello redunda en un mayor bienestar material de los sacerdotes. Por ello es obvio que los sacerdotes defiendan el statu quo, el orden establecido, apoyen a los reyes y poderosos de este mundo (de quienes son servidores) y se mantengan fieles a unas leyes, a unos ritos, a un pasado que tratan de per– petuar. Desde el templo de Salomón, por limitarnos a lo bíblico, los sacerdotes establecie– ron su código sacerdotal, lo revistieron de autoridad divina, y organizaron a partir del cul– to, el disfrute de una vida placentera. Su lema seria: "el culto por delante". Se han fabrica– do su círculo de privilegiados: "La víctima pertenece al sacerdote" (Lev 7, 7). "Los panes de la proposición no es lícito comerlos sino sólo a los sacerdotes" (Mt 12, 4). Frente a esta corriente de sacerdotes por prescripción camal (Hebr 7, 16) que pasa de padres a hijos (Núm 3, 10), surgirán los Profetas, como Yahvéh le prometió a Moisés: "Yo les suscitaré en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande" (Deut 18, 18). El profeta no está al servicio de ningún santuario, ni puede transmitir el don del profetismo a sus hijos, es un don intrans– ferible. El profeta mantiene la libertad de espíritu y con frecuencia critica el templo y el cul– to (cfr. Is 1, 10-17; 66, 1-4; Jer 7, 1-15 y 21-28; Am 5, 21 -27). Jesucristo claramente se coloca en la línea profética. Así lo reconocieron sus contem– poráneos: ·· Profeta poderoso en obms y palabras delante de Dios y de todo el pueblo" (Le 24, 19). En cambio, a nadie se le ocurrió pensar que Jesús de Nazaret fuera sacerdote: "Aquel de quien se dicen estas cosas, pertenecía a otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Y es bien manifiesto que nuestro Señor procedía de Judá y a esa tribu para nada se refirió Moi– sés al hablar del sacerdocio" (Hebr 7, 13-14). "Si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sa– cerdote" (Hebr 8, 4). Jesús sube a Jerusalén a morir como profeta, " porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén" (Le 13, 33). Es el signo de todos los profetas: "lA qué profeta no persi– guieron sus padres" (Hech 7, 52). Es cierto que la Revelación nos dice que Jesús también fue sacerdote, pero con un con– cepto nuevo, ya que la realidad sacerdotal del antiguo testamento fue ineficaz para santifi– car a nadie: "Queda abrogada la ordenación precedente, por razón de su ineficacia a inuti– lidad, ya que la Ley no llevó nada a la perfección" (Hebr 7, 18-19). El sacerdocio de Cristo, y por consiguiente el sacerdocio cristiano, no es separación, sino cercanía y proximidad, es hermandad, "por eso no se avergüenza de llamarles hennanos" (Hebr 2, 11). "Tuvo que ase– mejarse en todo a sus hermanos, para ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel" (Hebr 2, 17). Con esla actitud vital, el sacerdocio de Cristo es de un talante nuevo que escandalizó a los sacerdotes de su tiempo. Fue un sacerdocio profético, cuyo culto es la vida: "hacer el bien y ayudarse mutuamente, estos son los sacrificios que agradan a Dios" (Hebr 13, 16). Es la reiteración profética: "Yo quiero amor, no sacrificio; conocimiento de Dios, más que holocaustos" (Os 6, 6). Cuando uno se abre a la vida y se encuentra esa mayoría de famélicos, enfermos, opri– midos... se experimenta la necesidad de la misericordia por encima de toda ley. "El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado" (Me 2, 27). Si en esas circunstancias te co– locas al lado del pobre, aunque sea pecador, estás secundando la gracia divina y estás sin– tonizando con la línea profética. Pero si te detienes a considerar el pecado del pobre y op– tas por la Ley, estás reproduciendo el tipo sacerdotal del antiguo testamento. La Vida Religiosa en A.L. quizás ha visto con mayor claridad que debía inclinarse del lado de la misericordia, en favor de los empobrecidos. Y quiso superar el esquematismo del sacerdocio veterotestamentario. Quiso ser fiel a Cristo. Y dejó estructuras, santuarios, cole– gios... En etapas anteriores, en América más que en Europa, los Religiosos ante la escasez del clero, tuvieron que asumir parroquias y colegios. Se quedaron fijos y atados, revistieron modelos eclesiásticos y en cierto sentido colaboraron con el orden establecido. Desde el Va– ticano 11 los Religiosos comenzaron a poner la vida por delante, antes que el culto. Recor– daron que "si un hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5, 23-24). Los empobrecidos son hem1anos que tienen sus quejas contra la sociedad, y entonces los Religiosos abandonaron las ofren– das y dejaron que su corazón se conmoviese ante la muchedumbre, como se conmovió el corazón de Jesús (Mt 9, 36). 440
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