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Esta opción por los pobres es la nota que mejor califica a la Vida Religiosa, dice Puebla. Pues bien, esta cercanía convirtió a los Religiosos. Uno podía pensar que los que se iban a convertir eran los pobres, pero qué va, fueron los Religiosos los convertidos. Los Religiosos aprendieron a vivir el voto de pobreza, porque lquiénes mejor que los pobres viven la po– breza? La pobreza se vive en la vida y no en los libros. Aprendieron a obedecer, no esa obe– diencia meramente legal, "nadie será justificado ante él por las obras de la ley" (Rom 3, 20), sino la obediencia al Evangelio (Rm 10, 16), el obedecer a Dios antes que a los hombres (Hech 4, 19 y 5, 29). Aprendieron a vivir una castidad que no es sólo continencia, sino ante todo oblación y entrega en culto espiritual (Rm 12, 1). Aprendieron a orar con el clamor de los pobres, que es el que Dios escucha (Ex 3, 9); aprendieron a morir cada día (1 Cor 15, 31). En definitiva, aprendieron a vivir esa vida nueva, esa resurrección que sólo es posible después de saber morir: "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida en que amamos a los hermanos. Quien no ama, permanece en la muerte" (1 Jn 3, 14). La Vida Religiosa en AL. comenzó a ser otra, rompiendo fomialismos, tradiciones, ais– lamientos, y creando estilos más informales, más cercanos, más próximos, más fraternos, co– mo lo hizo el samaritano y no el sacerdote ni el levita (cfr. Le 10, 30-37); y todo ello por– que puso por delante la vida antes que lo religioso, porque se atrevió a amar la vida más que las elaboraciones mentales y subjetivas, que en el fondo no emn más que proyecciones de comodidad e instalación. Se defendía un horario, una clausura, un silencio con pretexto de servir a Dios, dando la espalda al hombre, pero lo que se buscaba podía ser el que me deja– ran en paz y no me estorbaran el tiempo de comer (Me 3, 20) o el que no me interrumpie– ran mis costumbres, mi día de descanso (Le 13, 14). Cuando la vida va por delante, la opción por los pobres se impone sin posibilidad de subterfugios ni de eufemismos: los pobres son los pobres, la opción es la opción, el amor es solidaridad efectiva, la fe y ortodoxia sin amor no sirven de nada (1 Cor 13, 1-3). La vida por delante es el criterio que nos libera del subjetivismo y de las fantasías re– confortantes; la vida por delante nos encara a la cruda realidad de los pobres, que nos cues– tiona y desinstala; es la práctica del Mesías que "pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por e l diablo" (Hech 10, 38); es la señal de autenticidad de que no hay que esperar a otro: "se anuncia a los pobres la Buena Nueva" (Mt 11, 5); es en definitiva el pro– grama que Jesús asume en Nazaret: "Me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva" (Le 4, 18). La vida por delante explica la opción por los pobres porque Dios ama la vida (Sab 11, 26), y todo lo hizo de la nada (2 Mac 7, 28), y solidarizándose con los pobres, Dios "perma– nece fiel pues no puede negarse a sí mismo" (2 Tim 2, 13) y haciendo que los pobres salgan de esa condición infrahumana para ser plenamente humanos, Dios continúa siendo Creador. Los Religiosos poniendo la vida por delante siguen la práctica del Señor, y se hacen " ado– radores en espíritu y en verdad" (Jn 4 , 23-24) y no aduladores de lo muerto y momificado como pueden ser leyes y tradiciones (Me 7, 5-9). Yo definiría así la Vida Religiosa latinoamericana en estos últimos 25 años: se valoró la vida antes que lo religioso, y por eso su religiosidad fue viva, llena de contenido, de es– píritu y verdad. Esta fue la tónica dominante. Lamentablemente no todos tuvieron coraje, ni la locum de abrirse a la vida. Se refugia– ron en lo religioso, como un reducto alejado de la vida, y su religiosidad resultó vacía y es– téril, como ya hace siglos habían denunciado los profetas: "No sigan trayendo oblación va– na" (Is 1, 13), "Den sus derechos al oprimido, hagan justicia al huérlano, aboguen por la viuda" (Is 1, 17). "Si hacen justicia mutua, y no oprimen al forastero, al huérlano y a la viuda... yo me quedaré con ustedes·• Oer 7, 5-7). Porque si la vida va por delante, la religio– sidad decanta su autenticidad: "La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visi– tar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación " (Sant 1, 27). Fue una Vida Religiosa que aparentemente se profanó, según crite1ios nada evangélicos, pero que descubrió el tesoro escondido en la vida (Mt 13, 44-46): "Lo que Dios ha purifica– do, tú no lo llames profano" (Hech 10, 15). El hagiógrafo nota que esto se repitió tres ve– ces (Hech 10, 16) para que no se nos olvidara. La vida en sí misma es sagrada, y desde ella la religiosidad tiene sentido. Dios está en la vida, y fuera de la vida Dios está muerto, y por tanto ya no es el Dios verdadero sino un Dios 438

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