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24). Cuando llega el hijo mayor, le echa en cara al Padre su opción por la vida y la miseri– cordia. El hijo mayor prefiere la ley, opta por la muerte, porque su hermano siguiera perdido. Hace años contemplé una escena que no he olvidado. Un muchacho llegó tarde a casa. El padre agarró la correa para castigarlo. El hermano menor del muchacho, llorando, se abrazó a las piernas de su padre para impedir que pegara a su hermano mayor. Fue un ges– to en el espíritu del Evangelio. El menor sabía que su hermano era culpable, pero pedía mi– sericordia. Actuaba como hermano optando por la vida. Hoy, ante el comportamiento de algunos, tengo la impresión de que quieren cambiar– nos la parábola. Quienes se consideran buenos, como el hermano mayor del pródigo, quie– ren convencer al Padre para que use la correa, e incluso suplantan al Padre (se hacen pa– drastros), agarrando ellos mismos la correa. Lo peor es que creen coincidir con la praxis del Padre optando por la ley y la muerte. Nosotros queremos gritar desde los tejados (Mt 10, 27) que ese no es el Dios de Jesús. Que el Dios que Jesús nos revela es Dios de vida, "compasivo y misericordioso, lento a la có– lera y rico en piedad, y se arrepiente de las amenazas" (Joel 2, 13). Que yo, como hijo me– nor, puedo ser más pecador que el hermano mayor, que "jamás dejó de cumplir una orden divina" (Le 15, 29). Pero por ser más pecador he podido experimentar la misericordia cris– tiana : "A quien poco se le perdona, poco amor muestra" (Le 7, 47). A mí, que me dejen cantar a la vida. El Religioso de AL. quiere salmodiar dando el co– razón y la mano a los pobres. Y sin embargo, tiene que llorar, como Jeremías: "iAy de mí, madre mía, porque nací varón discutido y debatido por todo el país! Ni les debo ni me de– ben, ipero todos me maldicen!" (Jer 15, 10). El Religioso latinoamericano no quiere ser conflictivo, pero la fidelidad al Reino de Dios no le deja otra alternativa que enfrentarse a lo anticristiano dondequiera que se dé: "muchos anticristos han aparecido" (1 Jn 2, 18). No pueden dejamos en paz. Que nos concedan el beneficio del criterio de Gamaliel: "Si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá; pero si es de Dios, no conseguirán destruirla. No sea que se en– cuentren luchando contra Dios" (Hech 5, 38-39). Ojalá que desde nuestra conciencia de pecadores, los Religiosos en América, sin creer– nos buenos ni mejores, sigamos humildemente el camino emprendido. No me ha movido tanto contemplar lo andado, cuanto animar a seguir andando. "Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe" (1 Jn 5, 4). Nuestro programa es lo escrito por el Apóstol: "Atribulados en todo, mas no aplasta– dos; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo" (2 Cor 4, 8-10). Ojalá que triunfe la vida. Lo esperamos finn emente en la resurrección definitiva. Pero también necesitamos la vida en este valle de lágrimas. Ojalá que sobre la muerte triunfe la vida, la misericordia, la libertad, la hem1andad, "para que Dios sea todo en todo" (1 Cor 15, 28). 448 Desde Urimán, entre los indios pemones de la Gran Sabana (Venezuela).

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