BCCCAP00000000000000000001576

a pasar desapercibido, sin falsos protagonismos. Quiere que se le reconozca poder y domi– nio, cuando lo que necesita es la autoridad moral que da la h ermandad. Frecuentemente se olvidan de que ellos fueron formandos, y criticaron las fonnas dominantes. Se dice, y es verdad, que el esclavo tiende a reproducir el modelo del opresor. Este es un peligro de la fonnación: los nuevos fonnadores que se creen de vanguardia porque tienen teorías modernas, mientras olvidan que su vida tiene que ir por delante. Es posible que dentro del esquema vertical, del autoritarismo, sean capaces de abrir márgenes mayores de libertad. Con eso se creen ya pioneros de la formación , pero en realidad se man– tienen dentro del esquema ant iguo. Mientras no acepten que los fonnandos son sujetos, por muchas concesiones que hagan, nunca habrán pasado al nuevo esquema formativo. Siguen dando preferencia al culto, a la Regla, a las nomrns por encima del hombre, por encima del pobre. Prefieren el sacrificio a la misericordia. En el fondo es la mentalidad de la línea sa– cerdotal que Cristo anuló por ineficaz. No han descubierto la libertad del Evangelio. Si lo nuestro es ser hermanos, no padres, tenemos que ser muy críticos con nosotros mismos para no degenerar en meros padrastros. A ser hermano sólo se aprende viviendo como hemrnno. Un padrastro (aunque siempre hay excepciones) no es lo que Dios previó para la educación de los hijos. Sí pensó en la condición maternal, comprensiva, con la fuer– za del amor, para la tarea educativa. En clave evangélica, lo materno y lo fraterno se identi– fican: "Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano y hennana y mi madre" (Me 3, 35). Acecha la tentación de la inmediatez, de los resultados a corto plazo. Se quiere ver "ya" que el formando es hombre de oración, que es austero, puntual, casto, obediente, pobre. Se– gún el dich o venezolano, se quieren hacer madurar los cambures con carburo. No se respe– ta el proceso. Y surge una formación artificial y postiza. Y se eliminan aquellos que no es– tán dispuestos a quemar etapas. iMucho tenemos que aprender de la paciencia de Dios! Los fonnadores tenemos que dejar a Dios ser Dios, y dejar a los formandos ser ellos mismos, y no pretender hacerlos a nuestra imagen y semejanza. Esa es la formación personalizada y no la uniformadora despersonalizante. Jesús siempre tuvo que reprende r a los Apóstoles por su vehemencia: "¿Quieres que hagamos caer fuego del cielo? Pero El les reprendió" (Le 9, 54-55). La parábola de la cizaña debiera ser meditación constante de todos los for– madores: "¿Quieres que vayamos a recoger la cizaña'? Díceles: No, no sea que al recoger la cizafia, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos" (Mt 13, 28-30). Para algu– nos formadores la práctica de Jesús en el Evangelio es heterodoxa, no sirve. Será que que– remos enmendar la plana a Dios. De los métodos formativos depende en gran manera el estilo de vida religiosa que ten– gamos en el futuro. Se requieren formadores dispuestos a perder su protagonismo, a comen– zar a buscar con humildad, a reconocer que no lo saben todo, que la vida les irá enseñan– do algo nuevo cada día, que los jóvenes y los pobres también oír la palabra de Dios, que "el Espíritu sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu" (Jn 3, 8). Para que la Vida Religiosa acontezca en América Latina, en la forniación tiene que dar– se un parto, en el que nadie imponga nada a nadie, sino que simplemente se deje salir lo que se lleva dentro ("educere"), se dé a luz el germen que Dios, no el hombre, ha deposi– tado en el interior de cada uno. Los formadores no son padres, no engendran, sólo Dios es dador de gracia: "La ley fue dada por Moisés, pero la gracia nos ha llegado por Jesucristo" (Jn 1, 17). Los formadores sólo tienen la tarea de obstetras, la función mayéutica, facilitar el parto. A la Vida Religiosa no le deben nacer padres. La formación no debe generar castas de intocables, de "gmpos aparte", de gente privilegiada. Necesitamos que nazcan hermanos, cercanos a la gente, dentro de la perspectiva kenótica de la encamación que trazó el Hijo de Dios: "Se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo, haciéndose uno de tan– tos, se humilló a sí mismo, obedeciendo ha1>ia la muerte y muerte de cmz" (Fil 2, 7-8). Es la dialéctica del Evangelio. Para vivir, entregar la vida por delante. Quien no quiera dar su vida, quedará sólo como el grano que se aferra a su egoísmo On 12, 24). "Quien pier– da su vida por mí, la encontrará" (Mt 16, 25). 444

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz