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conciencia de su dignidad y potencialidad; se descubre parte de un pueblo; se une a otras mujeres para responder solidariamente a los reclamos de su pueblo y de sí misma; y a lo largo y a lo ancho de América Latina, siguen surgiendo grupos y movimientos de mujeres en defensa de la vida y su dignidad, conquistando sus derechos, rescatando su palabra original y logrando espacios de participación. De cara al tercer milenio, queremos compartir lo que cuestionamos después de haber considerado la realidad de la mujer la– tinoamericana. Y nos preguntamos: ¿Tendremos que cargar siempre con tanto sufrimiento y pos– tergación? ¿Podrá haber alguien que comparta el peso que llevamos encima? ¿Podremos usar el poder sin repetir el esquema de dominación y transformarlo en servicio, en ayuda mutua y en justa autonomía? ¿Cómo devolverle al varón su verdadero rostro de compañero, amigo y corresponsable de la vida? ¿Podremos gestar una nueva generación de hombres y mujeres no machistas? ¿Cómo eliminar de nosotras mismas todo rasgo de machismo interiorizado? ¿Cómo damos cuenta de las posibilidades que tenemos e n nuestras propias manos de liberarnos junto con todos los pueblos, desde lo cotidiano, lo personal, el grupo pequeño, organizadas en movimientos y alcanzando niveles de decisión? Tenemos la certeza, en la fe, de que es posible seguir el proceso de construir una sociedad justa, solidaria, con relaciones de reciprocidad y armonía entre mujer y varón . Por eso, con María, la Madre de Jesús, can– tamos el cántico profético de liberación: ¡Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, que hizo en mí grandes cosas. . . Manifestó su fuerza vencedora, dispersó a los hombres de soberbio corazón y elevó a los humildes!" (13). Termino mi reflexión con la ilusión de que esta utopía se vaya haciendo realidad entre todos, como soñó Pablo: "Ya no hay hombre ni mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús". NOTAS "El alma racional no estaría presente en los primeros estadios de la gestación ... Se otorgaba un plazo de cuarenta días, si se trataba de un embrión masculino, o de ochenta para el caso de que fuese mujer". Eduardo LOPEZ AZPIRATE, Etica .y Vida. Ed. Paulinas, Madrid, 1990; pág. 130. 2 Juan Pablo 11, 1988. 3 Pedro M. LAMET, El signo y el tiempo, en Iglesia Viva ( 1992) 629-630. 4 O rostro materno de Deus. Yozes, Petropolis, 1986; pp. 96-1 O 1. (Hay traducción española). 5 "En la teología tomista no hay lugar para ninguna analogía con la maternidad o con un amor sexuado, un amor maternal, por ejemplo. Desde entonces tam– poco hubo ninguna entrada en Occidente para el ser femenino en la teología del Espíritu y, por consi– guiente, en la representación de Dios. El mismo Espíritu se enuncia en términos masculinos. Por eso, 106 si el Espíritu es poder, le conviene mejor la mascu– linidad. En Occidente, la teología del Espíritu Santo habría podido compensar la excesiva masculinidad de una Iglesia centrada alrededor del poder divino. Pero no sucedió así". José COMBLIN, El Espíritu Santo y la liberación. Ed. Paulinas, Madrid, 1987; pág. 59. 6 "Si el Espíritu Santo es el ser materno que abarca a la humanidad entera, dándole vida y conduciéndola ha– cia su liberación, podemos aceptar que éste fue prepa– rado de alguna manera, aunque de modo confuso, en las religiones de la mayoría de los pueblos que reco– nocen a una diosa madre universal. .. Habría un pre– sentimiento del Espíritu Santo, aunque confuso y des– viado, en las divinidades maternales. En América Latina el ejemplo más claro es el de Pacha-mamma de los pueblos del altiplano que formaron el antiguo imperio de los incas. En vez de rechazar pura y simplemente este culto tan importante en la cultura y en la religión de los indígenas, podríamos ver en él

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