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hoy llamamos Vida Religiosa, ya las mujeres comenzaron a consagrarse Dios a través de la viudez y de la virginidad (cfr. 1 Co 7, 25-40; 1 Tim 5, 3-16). Cuando aparece el monacato oriental, las mujeres se limitaban a vivir el ascetismo en sus propias casas. Las monjas solitarias fue– ron más bien escasas, quizás por las dificul– tades que comporta la vida solitaria para una mujer. Constituye todo un género literario el hecho de que las mujeres se disfrazaban de hombres a fin de poder llevar a cabo su vida ascética. En el apotegma 4 de Besarión se menciona que una vez encontraron a un ana– coreta muerto, y al ir a enterrarlo, descubrieron que era mujer. El Abad Besarión comentó; "Mira cómo las mujeres triunfan de Satanás, y nosotros vamos a disiparnos a las ciudades". La monja Sara pasó 60 años en la ribera del Nilo y era consultada por los grandes maes– tros del Espíritu. Santa Sinclética fue para las mujeres anacoretas lo que S. Antonio para los primitivos monjes. Todo esto nos indica que los monjes asu– mieron sin traumas la igualdad entre los monjes y las monjas. La austeridad femenina no tenía nada que envidiar a la de los varones. Todo se apoyaba en el carácter laical de la mayoría de los monjes. Y en los apotegmas de las "Ma– dres" encontramos más delicadeza y penetra– ción psicológica que en los de los Padres (10). En la Vida Religiosa hay grandes figuras femeninas, como Santa Escolástica (+547) junto a su hermano S. Benito; Santa Radegunda (+587); Santa Hildegarda (+1179); Santa Gertrudis (+1294), Santa Angela de Merici (+ 1540). Para nosotros tiene un relieve especial junto a san Francisco, Santa Clara (+1253) cuyo centenario vamos a celebrar. Otros artículos de esta revista profundizarán en la espiritualidad de la fundadora de las Clarisas. Baste notar como tendencia dentro del movimiento franciscanista, la denomina– ción no simplemente de espiritualidad francis– cana, sino más bien de espiritualidad "francis– canoclariana", para incluir el gran aporte fe- menino de Santa Clara en lo que hasta ahora se llamaba simplemente franciscano. Para una primera aproximación a lo que podemos lla– mar "femenino franciscano" recomiendo la lectura del artículo de Jesús Sanz Montes so– bre el tema (11). Conclusión En esta materia apenas se está empezando a profundizar. Queda mucho camino por re– correr y sospecho que se llegará a conclusiones que hoy vemos quizás como muy lejanas to– davía. Pero hay que confiar en el Espíritu que nos guiará a la verdad plena (cfr. Jn 16, 13) Por ejemplo, en una votación secreta los Obispos norteamericanos se han mostrado li– geramente favorables a la ordenación de las mujeres. Recientemente he leído que el Co– lectivo de Mujeres de la Iglesia de Cataluña (España) ha iniciado una campaña de recogida de firmas para pedir a los Obispos de la provincia tarraconense que estudien el tema del sacerdocio femenino en las sesiones del Concilio Provincial. Se unen así a otros mo– vimientos europeos de mujeres católicas (12). Hoy en países del Tercer Mundo podemos constatar cómo la Vida Religiosa femenina se encuentra en lugares y situaciones de van– guardia, dándonos ejemplo a los religiosos varones. Merecen no sólo que se las utilice instrumentalmente, sino que se les reconozca su plenitud humana en dignidad y derechos. Termino recogiendo en síntesis el mensaje del primer seminario del Cono Sur sobre el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia y que se titula: "Mensaje a las muje– res latinoamericanas": "Hoy el rostro de la mujer latinoamericana continúa marcado por la discriminación, la mi– seria, la amenaza a la vida, la prostitución, la comercialización de su cuerpo en los medios de comunicación social, que encubren su dignidad de hija de Dios que es Madre y Padre. Pero dentro de esta realidad constatamos signos de esperanza: la mujer está tomando 105

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