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En los inicios de la reforma capuchina, un grupo de nuestros hermanos ha tenido un alma heroicamente fuerte. La fuerza del Espí– ritu se la ha dado, encontrando en ellos un terreno abonado para la siembra. Han sido de– cididos y la decisión es fundamental de cara a la vivencia radical del Evangelio. Comienzan uniendo dos caracteres que a simple vista pa– recen opuestos, pero que en realidad van ínti– manente unidos: la soledad y la predicación. La soledad sirve para llenarse interiormente de Dios. La predicación consiste en derramar esa interioridad con palabras y ejemplos, para ser luz y semilla del Reino de Dios. Resumen La reforma capuchina del siglo XVI ha tenido su sentido. Sus frutos han sido y siguen siendo abundantes. Pero la renovación de nuestra vida es indispensable para seguir te– niendo auténtico sentido dentro de la Iglesia. La identidad capuchina ya está marcada en nuestra legislación. Los primeros capuchinos nos enseñan que el retorno constante a las fuentes de la vida cristiana y a la primigenia inspiración de san Francisco, es la clave de nuestra renovación religiosa. Hoy, tal vez co– mo nunca, se necesita la dimensión profética de nuestra vida religiosa. La bendición del Señor como punto de partida ya la tenemos. Falta únicamente nuestra colaboración since– ra para encarnar el ideal. Una de nuestras grandes tareas será ir "buscando, a la luz de los signos de los tiempos y con la aprobación de los superiores, nuevos modos de vivir nues– tra vida" 11, porque hemos de adaptar "a los diversos tiempos y condiciones, las caracte– rísticas de nuestro carisma" 12. Nunca olvida- remos que "la oración interior fue, desde el ini– cio, el carisma de nuestra fraternidad de capu– chinos y, como la historia lo testimonia, el ger– men del genuino renovamiento" 13. Y "Cristo no sólo nos dará fuerzas para cumplir sus mandamientos y consejos, sino que nos colma– rá de sus dones celestiales en tal abundancia que, superados todos los obstáculos, podamos seguirle e imitarle con sumo entusiasmo" 14. Condiciones de renovación Para concluir, lo que se necesita para la auténtica renovación de nuestra vida capuchi– na es que: una o varias personas se decidan, con la ayuda del Espíritu, a vivir en radicalidad; la decisión se tome en un momento histó– rico exacto; si no, produce desaÍiento; el precio sea una entrega total que, más que poética, es dura; esta vida nueva conlleve un desinstalarse; sólo desde la desinstalación la vida religio– sa comienza a brillar como vida profética; la radicalidad conlleve austeridad, inco– modidad, pobreza y servicio; una oración perseverante, sin la cual la perseverancia en esta realidad nueva es imposible. Con estos citados elementos es posible que se cree un movimiento fecundo dentro de la Iglesia. Es el momento renovador exacto que asegura la vitalidad espiritual, tras un tiempo de relajación religiosa. Es el péndulo primaveral que derrama nuevos brotes rejuve– necedores. NOTAS 1 Cfr. ILARINO DE MILAN, "11 carisma della riforma dei minori cappuccini e l'autorita gerarchica, civile e populare" en L1talia francescana 53 (1978) 533. 2 JUAN PABLO 11, "Discurso al capítulo general de los capuchinos (12-VII-1988)" en Selecciones de francis– canismo 17 (1988) 324. 3 11 C.P.O., nº 20. Las Constituciones de 1990 recogen este número diciendo: "Summopere colamus spiritum et promotionem orationis, praesertim interioris, in populo Dei, quod inde ad initio fuit charisma Frater– nitatis nostrae Capuccinorum et, historia teste, ger– men genuinae renovationis": Const. 53, 6. 4 I C.P.O., nº 47. s III C.P.O., nº 12. 6 I C.P.O., nº 30. Cfr. Const. 11, 5; 23, 4; 30, 2. 7 IV C.P.O., nº 41. 8 IV C.P.O., nº 46. 9 III C.P.O., nº 13. 10 ELIZONDO, F., "Los primeros capuchinos y la obser– vancia de la Regla Franciscana" en Selecciones de franciscanismo 8 (1979) 298. 11 Const. 4, 3. 12 Const. 145, l. 13 Const. 53, 6. 14 Const. 186, 4. 229
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