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su muerte, le ofrece la mano de su hijo Luis, el que pasará a la historia como sucesor suyo con el nombre de Ludovico Pío. Parecía una compensación con mayor honra. Pero Alda, en su tierna e irrompible fidelidad, no puede soportar su dolor. Cae muerta a los pies de Carlos. ( 22 i Cu lmina en este relato la bíblica fideli– dad conyugal que atraviesa todo el poema. En un pasaje del mismo se evocan las doncellitas y las "oixurs" de los caballeros.mi Las doncellitas aludidas son manifiestamente las novias o prometidas de los mismos. No pide especial comentario ante un hecho tan diario y sabido. Pero es debida una reflexión histó– rica sobre el vocablo "oixurs", ampliamente usado en el francés medieval, traducción del vocab lo latino "uxor" . De lamentar que no se tradujera al francés moderno.< 24 > No merecería la pena detenerse en escarceos linguísticos, si no advirtiéramos por ellos un perder primacía ante el amor conyugal, remansado en el vocablo "uxor" , para dar paso al amor idealizado de la mujer, a laque se alaba y canta como "dama",Y "señora". Hasta en el mismo Dante parece advertirse este trasvase. En un verso luciente evoca e l matrimonio de Franc isco con la Pobreza: "privata del primo marito milla cent"anni". < 25 > Pero no teniendo vocablo para significar que la Pobreza es 'uxor' respecto de Francis– co, la celebra con el título de 'donna', voca– blo en alza por lo que toca a la cortesía, pero encé~ja respecto del amor conyugal. Pese a estas deficiencias inherentes a todo lenguaje place destacar que el matrimonio ele Francisco y la Pobreza, cantada por Dante en sus geniales versos, se corresponde con los sencillos relatos de los biógrafos del San– to. Esta boda mística de Francisco exige, por lo mismo, que veamos sus relaciones con la Pobreza , no tanto desde la galantería trovadoresca de las 'cortes de amor', cuanto desde la vida conyugal, que transmiten los caballeros de La Chanson de Roland. Sintió Francisco amor conyugal a la Pobreza, a la que se mantuvo fiel hasta la muerte. Otro Roldán, este caballero de Cristo tuvo en la pobreza su fidelísima Alda que le acompañó hasta el lecho en ·que muere. Con este atrevido paralelismo cerramos la exposición de las conexiones de Franc isco y sus seguidores con los caballeros de la primera hora heroica: del ciclo francés. LOS CABALLEROS DE LA TABLA REDONDA DEL CICLO BRETÓN El gran cantor del ciclo bretón, en el siglo XI, fue Chrétien de Troyes. Es conside– rado por los críticos literarios como uno de los grandes nombres de la literatura francesa. Para más de uno, el máximo poeta medieval cristiano, anterior a Dante.< 26 > Hizo tema de sus · poemas romanceros las mil leyendas en torno al fabuloso rey Artús y sus caballeros de la Tabla Redonda. Desde las luchas de este rey, en los siglos V-VI, para defender a sus bretones contra los sajones agresivos se va forjando por las exaltadas mentes celtas una serie de leyendas que tienen su centro geográfico en la pequeña y Gran Bretaña. Algunas de estas fantásticas leyendas fueron poetizadas por Chrétien de Troyes. Los poe– mas de éste popularizaron en los países de Europa las gestas del rey Artús y de sus caballeros, que tanto contribuyeron al espíri– tu caballeresco medieval, e hicieron, siglos después, que el hidalgo Alonso Quijano, el Bueno, saliera por los campos de la Mancha trocado en Don Quijote. Parcos son los hagiógrafos de San Francis– co en constatar la presencia de esta caballería del ciclo bretón en el mismo. Dejando aparte posibles alusiones, dos textos nos testifican esta presencia. El primero lo hallamos en el Espejo de perfección, que nos refiere cómo San Francisco achica la petulancia de quienes pien– san que por sus saberes y su predicación con– vierten a las almas, cuando en verdad son convertidas por las oraciones y gemidos de los pobres y sencillos hermanos. Para mejor pon– derarlos, habla así: 'Estos son mis hermanos, caballeros de la Tabla Redonda, que viven 109

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