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a un labriego que quisiera vestirse de las armas de Roldán y no supiera luchar con ellas'. < 32 > Ante la figura de Roldán a Francis– co y sus caballeros tenía que hacérseles hasta repugnante la conducta de Lanzarote del Lago, asentando el adulterio en las relaciones con– fiadas con su rey. Por lo que toca al segundo caballero Perceval es indudable que le rodea un clima muy religioso. Más aún hay que decir: en torno a su figura se fue forjando una de las más bellas leyendas de la tradición cristiana: la del santo Grial. Según esta leyenda la copa con la que Jesús celebró la Cena eucarística con sus discípulos sirvió a José de Arimatea para recoger las últimas gotas de sangre ver– tidas en la cruz. Tras diversas vicisitudes esta copa fue trasladada a los países de Occidente y ocultada en un monte que nadie sabía donde se hallaba. De aquí el mito del caba– llero en busca de lo imposible. Perceval se sintió llamado a esta búsqueda. Canta · esta búsqueda Chrétien de Troyes en su poema. Al pasar esta leyenda a Germania su máximo poeta en la Edad Media, Wolfram von Eschenbach, vio en el caballero Perceval, vertido en Parzival, Parsival en la ópera de Wagner, el primer 'buscador de Dios' de la literatura alemana.<3 3 > Ahora bien, dado que este poeta escribe cuando Francisco es joven soñador, ¿por qué entonces, no decir que Francisco fue el heroico caballero del Grial, al hacer ele su cuerpo copa bendita que con– tenía la sangre de sus llagas, como réplica a la sangre de Cristo? Qué bello tema para un sacro Oratorio franciscano. Algún escritor haya querido ver en Francisco al caballero del Grial. C3 4 > Pero los textos franciscanos, sobrios en sus referencias a los caballeros de la Tabla Redonda, son tercamente silencio– sos en relacionar a San Francisco con el caballero del Grial. Como justificación de este silencio pudiérase alegar la mezcla y confusión que se da en la famosa leyenda entre sus elemen– tos nórdicos, saturados de magia y supersti– ción, y las verdades claras del sobrenatural cnstiano. El cntlco literario J. Frappier ob– serva que hay que decidirse ante esta disyun– tiva: 'O el · relato del Grial paganiza datos cristianos, o se convierten en cristianos datos paganos'. (35) De seguro que esta mezcla de paganismo y cristianismo impidió que el alma franciscana se sintiera atraída por tan suges– tiva leyenda. Pero, a decir verdad, bien pu– diera verse en San Francisco al mejor caba– llero en busca del santo Grial, por haber hallado la sangre de Cristo en sus propias llagas. Tan bello tema queda abierto. LA CABALLERÍA TROVADORESCA DEL CICLO PROVENZAL Vinculamos el arte de los trovadores a Provenza no porque esta región tenga la ex– clusividad de las 'cortes de amor', donde los trovadores contribuyeron con su literatura amorosa al regocijo de las fiestas y torneos caballerescos. Este ambiente festival se ex– tendía por el medio día de Francia: Languedos, Limousin, Aquitania, Gascuña, Tolosa y Auvernia. Se ha mantenido el nom– bre de Provenza por ser el lenguaje provenzal el más utilizado en aquellos ambientes. < 36 i Un reflejo de esta situación lo percibimos en San Francisco. De él escribe A . Fortini: 'Fran– cisco había demostrado desde los primeros años tan perfecto conocimiento de la lengua y del nuevo arte de los trovadores que, más de un historiador, éste fue el motivo, y no e l designio paterno de hacerlo un modelo de buen comerciante al estilo francés, lo que movió a la gente a cambiarle el nombre por el de 'Francesco' (Francisco). Hasta alguno vio un signo particular de la gracia en su facilidad de hacer suya la forma y el espíritu de la lengua provenzal'. m> Justificado por Jo dicho que hablemos aquí del CÍclo provenzal de caballería, que los trovadores ensal:taron con sus cantos, interesa tener una perspectiva histórica de este período para comprender mejor lú que de este ambiente trovadoresco asumió San Francisco. J. Ortega y Gasset, muy dado a proponer pe rspectivas históricas ofrece la de 111

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