BCCCAP00000000000000000001567

ción, a la austeridad, a la penitencia propia de los reformados franciscanos de los siglos XV y XVI. Es por ello por lo que en las pinturas de Francisco en este tiempo se le representa con frecuencia como uno de estos eremitas en me– ditación o en éxtasis en una gruta, delante de un crucifijo viejo. En la bula "Religionis zelus", el papa Cle– mente VII habla ya del deseo de los capuchi– nos de llevar una vida auténticamente ere– mítica. La misma denominación de las Orde– naciones de Albacina como "Constituciones de los hermanos menores de la vida ere– mítica" es ya todo un programa, aunque era una cláusula jurídica que calificaba a los reli– giosos que vivían fuera de la comunidad origi– naria. No obstante, las Ordenaciones de Alba– cina marcan la senda de una "soledad clausu– ral" que evite los riesgos de un aislamiento total. El silencio era muy importante dentro de la vida de los capuchinos. Fray Bernardino Marchionni de Orciano ( + 1622) nos relata cómo se vivía el silencio en los primeros con– ventos de las Marcas. Dice que al oscurecer observaban perpetuo silencio hasta la misa conventual del día siguiente. Algunas veces salían los frailes al huerto a tomar el fresco pero separadamente, inclinando la cabeza con reverencia al encontrarse, sin hablar nunca. No es de extrañar que los primeros conventos capuchinos "pareciesen deshabitados" al estar ocupados por frailes silenciosos, orantes y tra– bajadores, según nos relata Mario de Mercato Saraceno en sus "Crónicas mayores". A los predicadores que por la fuerza de– bían estar más en contacto con la gente, se les recomienda que "se evite andar en casas de seculares con el pretexto de visitarlos o por sentido de gentileza, por el contrario, los dos, el predicador y el compañero, vivan en la casa donde son huéspedes tan solitarios que no se hagan ver fuera sino muy raramente". Ciertamente que la oración contemplativa ha estado muy presente a lo largo de la vida de la Orden capuchina. Cuando aquella oración ha fallado, se ha desdibujado un elemento pri– mordial de nuestra identidad. Las Ordenacio– nes de Albacina iban demasiado lejos al su– poner que la contemplación era el fin de la vocación a la nueva reforma, pero respondían a la mentalidad de los hermanos. No hay du– da de que en esta primera fuente legislativa la ocupac10n principal del fraile es la orac10n mental, a la que se asignan tiempos bien pre– cisos para hacerla en común o en privado. El ideal es que se realice una contemplación incesante que se identifica con el fin por el cual se consagra a Dios en la vida propia de los religiosos. En las Constituciones de 1536 se viene a decir que la oración específica del fraile capu– chino es la oración afectiva, o sea, no es otra cosa que hablar a Dios con el corazón, ado– rando al eterno Padre en espíritu y verdad, iluminando la mente e inflamando el afecto, más que formando palabras. Cualidad impor– tante del método apostólico capuchino será por eso el transformar una doctrina teológica en afecto del corazón, para que penetre en la vida de cada día. Y si desean conseguir este objetivo, los predicadores deben "ascender al monte de la oración, y contemplación. Sólo así calientes podrán ·rescaldar' a los demás". No fue fácil para los primeros capuchinos establecer el equilibrio entre contemplación y acción. Tampoco lo había sido para otras re– forma s franciscanas. Las crónicas del siglo XVI presentan numerosos ejemplos de religio– sos dedicados a la oración y a la contempla– ción. En el principio de la reforma capuchina, se ha acentuado mucho la contemplación pero pronto se ha tratado de conjugar según el ejem– plo de san Francisco la contemplación y la acción, el alejamiento y la presencia entre los hombres. El ideal de vida capuchina encuentra su formulación en la legislación primitiva; en modo no definitivo e incompleto en las Orde– naciones de Albacina y en modo claro y explí– cito en las Constituciones de 1536. En éstas los números 5 y 6 constituyen un programa de vida. Con tal programa los autores de la refor– ma capuchina no intentaron nunca excluir de sus propósitos el apostolado. El nombre que se dieron al principio de "Hermanos Menores de la vida eremítica" fue debido a la necesi– dad de encontrar un propio apelativo que los distinguiera de las otras reformas francisca– nas. Es innegable, como ya hemos señalado, que en el período de los orígenes en la elec– ción de los lugares y en el tenor de vida de los primeros capuchinos se note una cierta ten– dencia a la vida eremítica. Pero se ha de ex– cluir la tendencia hacia un eremitismo inte– gral, como aquel de los camaldulenses. Aque– llos hermanos no olvidaron que el apostolado 173

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz