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izquierda apoyada sobre el pecho, una cruz. Es una representación iconográfica que ex– presa el ansia de retorno al santo de Asís, cen– trando su atención en el anonadamiento cru– cificado. Se intenta recuperar la voluntad total de san Francisco. Por ejemplo, se celebra una sola misa al día según la "Carta a toda la Or– den". En conformidad a la "Regla de los ere– mitorios" se da libertad para vivir una vida de reclusión. Se acentúa la clausura conforme al reglamento establecido por san Francisco pa– ra Santa María de los Angeles. Mateo de Bascio configura una imagen de san Francisco bastante precisa. Ello trae con– secuencias en la forma en que los primeros capuchinos vieron al Santo. Un hábito pobre, con el capucho agudo, una cuerda vieja en la cintura, una cruz de madera en la mano y los pies descalzos constituyen la identidad exte– rior de Mateo de Bascio en su deseo de imitar fielmente a san Francisco. Esto lo completa con una predicación itinerante, una pobreza radical, una oración asidua, y un servicio humilde a los pobres indigentes. Mateo de Bascio ha querido seguir a san Francisco en toda su radicalidad de vida. El acentuar esta radicalidad exterior le ha impedido el tener más en cuenta el valor de la fraternidad. Así, al contrario san Francisco, tan indisoluble– mente unido a sus hermanos, Mateo de Bas– cio tan sólo acentúa el ser un predicador itine– rante en una vida austera y penitente. Sin embargo, ha tenido en el nacimiento de la re– forma capuchina una importancia clave. Para los primeros capuchinos Francisco no puede existir sin sus compañeros. Estos son indispensables para comprender e inter– pretar la experiencia personal y comunitaria del Santo. Sólo así se descubre la autenticidad en la vida, doctrina y ejemplos de san Fran– cisco. La figura de Francisco resulta para ellos un espejo de perfección en el cual resaltan muchas virtudes. La "altísima pobreza" es una de las principales. Esta pobreza está liga– da indisolublemente a la humildad. Todas las virtudes tienen como fin el amor y la unión con Dios. Por eso los primeros capuchinos desean en su ideal, que la austeridad, la peni– tencia, la devoción, la pureza de corazón, la paz, el silencio, la dedicación a la oración, la sumisión a toda criatura, la misma vida apos- 172 tólica... todas estas virtudes, le lleven al amor que tiene como fin último a Dios. Para los pri– meros capuchinos este amor constituye el valor preeminente de san Francisco. En las Constituciones de 1536, el adjetivo más usado para calificar al Santo es el de "seráfico". Francisco es para los primeros capuchi– nos ante todo un indicativo hacia Cristo. La espiritualidad cristiana de Albacina nace sien– do "pasiocéntrica" para evolucionar a la es– piritualidad de las Constituciones de 1536 en las que prevalece un sentido de luminosa vida interior en la visión del Padre providente, que nos viene al encuentro amándonos tiernamen– te en Cristo. En Albacina falta pues la visión integral del Cristo, no sólo pobre y crucificado, sino también resucitado y glorioso. Al acen– tuar tanto la vía estrecha de la pobreza y de la penitencia, inevitablemente se absolutizaba la espiritualidad de la cruz. Pese a la evolución espiritual, en las Constituciones de 1536 la cruz no se olvida, aunque sí se desabsolutiza. En este texto legislativo, el amor junto al cris– tocentrismo es la constante que lo atraviesa. Característica de la reforma capuchina es la síntesis de valores tradicionales con un cristo– centrismo operante a través del primado del amor. Amor que se manifiesta claramente en su predilección por la vida contemplativa. Vida contemplativa "Frati Minori della vita eremítica" es el tí– tulo de las Ordenaciones de Albacina de 1529. Llevar vida eremítica era una especie de "título colorado" para empezar la reforma. Todas las reformas franciscanas habían comenzado ba– jo el signo del eremitismo, luego superado. Se retornó al ideal primitivo del Francisco pobre y contemplativo de Rivotorto, de la Porciún– cula, de la Alvernia. Esto lleva consigo un re– torno a la soledad y a la contemplación. Esta denominación nunca fue aceptada en los do– cumentos pontificios por no ser considerada definitiva y calificativa de la reforma. La existencia de un bello bosque junto a los primeros conventos capuchinos es innega– ble. Piénsese en los conventos de Camerino (1531), Pietrarubbia (1531), Bigono (1535), Monte san Giovanni Campano (1537), Palan– zana-Bagnaia (1538-1540). El bosque tenía una función espiritual apropiada para la fuer– te tendencia primitiva al retiro, a la medita-

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