BCCCAP00000000000000000001567

La predicación popular capuchina Los predicadores capuchinos renovaron la predicación de la época. La han aligerado del uso eclesiástico de divisiones y sutilezas que la hacían pesada y poco accesible al pue– blo. También han reaccionado contra la moda humanista de hacer alarde de erudición clási– ca, aun mitológica. Repetidamente es presen– tado san Pablo como modelo de predicador capuchino. La presencia austera y mortifica– da, pobre y humilde, la entonación valerosa y sincera, la imparcialidad en el distinguir las clases sociales y el estilo eminentemente po– pular, todo esto contribuía a la eficacia profé– tica de su mensaje. Ya el capítulo de 1535 lanzó la nueva re– forma a la predicación a gran escala. El capí– tulo nueve de las Constituciones de 1536 ofre– ce la descripción ideal del predicador del Evangelio: hombre de profunda experiencia en el trato con Dios, enamorado de Cristo, contemplador de la Palabra de Dios, lleno de celo por la salvación de las almas, ejemplar en toda su vida, ardoroso, prudente en lo que se dice, dando gratuitamente lo que ha recibido, duro con los vicios, pero suave con el pecador, cuidadoso de poseer la necesaria cultura teo– lógica, en especial de la Sagrada Escritura. Las Constituciones de 1536 mandan el predicar asiduamente a ejemplo de Cristo. Por ello la fuerza motriz de la predicación será siempre la contemplación. El apostolado de los primeros capuchinos ha abarcado los más diversos campos: evan– gelización en la ciudad y en el campo, la obra de pacificación y concordia ciudadanas, asis– tencia a los enfermos incurables y contagio– sos, a los presos, a los niños abandonados... Todo ello trae consigo el incremento de la vida religiosa en el pueblo. Los predilectos en su predicación han sido aquellos que perte– necían a las clases más humildes. En octubre de 1573, el provincial de Vene– cia, en una carta a la población de Rovereto, describe en pocas palabras la índole de la pre– dicación capuchina diciendo que "el predicar de los frailes capuchinos es bastante diferente a aquel de los otros, porque dejando nosotros aparte el arte retórico, tendemos no sólo a la conquista de las almas con el arte de la santa caridad, porque nuestra meta es predicar a Jesucristo Crucificado, los vicios y las virtu- 178 des, la pena y la gloria con brevedad de pala– bras". Los vicios de aquel tiempo contra los cua– les predican los capuchinos son: blasfemias, juegos de cartas que ocasionan graves riñas, el lujo exagerado, danzas y espectáculos inde– centes, conflictos ciudadanos, falta de caridad con respecto a los pobres. Los capuchinos fueron grandes "predica– dores evangélicos" porque eran hombres de oración. Además querían predicar más con el ejemplo que con la palabra. Y predicaban to– dos, también los hermanos laicos. Estos últi– mos muchas veces eran más agradables al pueblo y más eficientes que los predicadores cultos. Estaban convencidos de que la refor– ma había surgido para predicar a los simples, a los pobres y a los pequeños. Por este motivo se hace pronto popular. Y en esto indiscuti– blemente fueron maestros. Los estilos en la predicación eran diver– sos según las diversas personalidades orato– rias. Así nos encontramos con la predicación fervorosa y de tonos proféticos de Alfonso Lupo; majestuosa y llena de doctrina bíblica y teológica como la de Matías de Saló; con– creta y popular como la de Cristóforo de Ve– rucchi; eficaz en causas sociales, con reflexio– nes devocionales barrocas como la de Jacinto de Casale. Como decía anteriormente, el acerca– miento al pueblo ha sido algo típico del capu– chino de todos los tiempos. Creo que la figura de estos franciscanos pronto ha formado par– te de la religiosidad popular "dominada", al igual que las peregrinaciones, procesiones... en oposición a la religiosidad "dominante", característica del elemento clerical de la Igle– sia que ha basado su espiritualidad más en una teología intelectual que en una teología viva y cercana. El primer testimonio público de aprecio hacia los promotores de la reforma capuchi– na, Mateo de Bascio, Ludovico de Fossom– brone y Rafael de Fossombrone, se da en Cíngoli, el 24 de febrero de 1526. Las autorida– des del municipio los protegen de las moles– tias de los Observantes. Los habitantes de Cíngoli han respondido así porque estaban edificados por la vida ejemplar de aquellos hermanos. Los habitantes de San Severino, en 1566, invitan a su ciudad a los reformados,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz