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Señor. Y muéstrate siempre compasivo con los tales. Y haz saber a los guardianes, cuando puedas, que estás resuelto a conducirte de esa manera de tu parte" 19_ No sé por qué los formadores solemos pensar que, en el campo de la formación, esta– mos dispensados del perdón; que lo nuestro es juzgar fríamente a las personas, condenar y re– pudiar. La selección cuidadosa se entiende siempre como rigurosidad cerebral, cuando por el contrario el cuidado selectivo nos exige tener en cuenta, también, las exigencias del amor y la misericordia. "No pretendas que sean mejores cristia– nos". Tengo que reconocer y confesar ante los hermanos que muchas veces he pretendido que los formandos fueran mejores cristianos, sin comenzar por reconocer mi mediocridad cristiana. Por eso fui injusto, pretendiendo de los otros más que de mí mismo. Y quiero ma– nifestar mi propósito de enmienda y manifes– tar que estoy resuelto a conducirme de esta manera compasiva por mi parte. Los herma– nos me perdonen como Dios perdona. Verdadera obediencia En la pedagogía franciscana la obediencia tiene un puesto centr~l. Pero he de apresurar– me a decir que la obediencia ha de ser entendi– da franciscanamente. También en esta ma– teria Francisco resulta desconcertante, por su fidelidad al Evangelio. De ordinario se ha in– filtrado en la espiritualidad cristiana una con– cepción de obediencia que no tiene nada de evangélica, porque es una obediencia pueril o despersonalizante. Francisco aclara diversos matices en la obediencia según el espíritu de Jesucristo. La obediencia franciscana comienza por reconocer la libertad de cada persona. En la carta que escribe a Fr. León, le dice: "De cual– quier manera que te parezca agradas más al Señor Dios y sigues sus huellas y su pobreza, hazlo con la bendición del Señor y con mi obediencia" 20_ A Fr. León se le reconoce su iniciativa. Esta iniciativa se reviste de obe– diencia, "con la bendición del Señor" 21 _Así lo repite en una de sus admoniciones: "Todo cuanto hace y dice, si sabe que no está contra la voluntad del prelado y mientras sea bueno lo que hace, constituye verdadera obedien- 132 cía" 22_ El margen de libertad resulta mag– níficamente amplio: que sea algo bueno y que no sea contrario a la voluntad del prelado. Esta fórmula negativa abarca mucho más que si fuera una fórmula positiva. La obediencia nunca puede ser despótica. Ya en la Regla no bulada se advierte que se debe obedecer "en las cosas que miran a la salud del alma y no van contra nuestra vi– da" 23_ En la Regla oficial ratifica: "Mando firmemente que obedezcan a sus ministros en todo lo que han prometido al Señor cumplir y no se opone a su conciencia y a nuestra re– gla" 24_ La responsabilidad de los religiosos, según San Francisco, llega a poder juzgar al Ministro General y deponerio25_ Y las pala– bras que tiene contra el abuso de la obedien– cia son impresionantes. Celano relata: "Opi– nó (Francisco) que rara vez se ha de mandar por obediencia; y que de primeras no ha de lanzarse el dardo, cuando esto debería ser lo último". Decía: ' 1 No hay que darse prisa en llevar la mano a la espada". Nada más verda– dero que estas enseñanzas. ¿Qué es, en efecto, la autoridad de mandar en quien manda te– merariamente si no espada en mano de un furioso?26_ La obediencia no puede ahogar la liber– tad de los hijos de Dios ni su creatividad. En este nivel recibe el nombre de obediencia ver– dadera. El grado de verdad debe realizarse siempre. Hay otro nivel que se califica de obedien– cia caritativa. Se trata de realizar algo bueno, incluso mejor, pero falta el requisito de que no vaya contra la voluntad del prelado. El prelado no quiere positivamente eso que es mejor. Sobre la verdad hay que colocar el amor, la caridad y no el propio criterio: "Si alguna vez el súbdito ve algo que es mejor y de más provecho para su alma que lo que le manda el prelado, sacrifique lo suyo volunta– riamente a Dios y procure, en cambio, poner por obra lo que le manda el prelado. Pues ésta es la obediencia caritativa (cfr. 1 P 1,22), por– que cumple con Dios y con el prójimo" 27_ Pero puede hacer acto de presencia en el con– flicto algo más. El prelado manda algo contra la conciencia del súbdito. Claramente Fran– cisco dice que se mantenga la caridad por encima de la sumisión: "Aunque no le obe– dezca, no por eso le abandone. Y si por ello ha de soportar persecución por parte de algunos, ámelos más por Dios. Porque quien prefiere

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