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acepta gratuitamente, sin afán de conquista, de proselitismo. Lo acepta coino diferente, co– mo "otro". El mismo gesto lo realiza con los musul– manes. No se presenta armado, como los cru– zados, sino descalzo, pobre. Esta es una di– mensión profunda y teológica de la pobreza, que la constituye en pobreza de espíritu5, sin afán de conquista o proselitismo: "¡Ay de us– tedes, escribas y fariseos hipócritas, que reco– rren mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, lo hacen hijo de conde– nación el doble de ustedes" 6. Francisco escribirá que antes de tratar de convertir a los sarracenos, "no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda criatura por Dios (1 P 2,13) y confiesen que son cristianos" 7. Es el testimonio gratuito de la propia fe, y respetando la fe de los otros. Después ya llegará el anuncio "cuando les pa– rezca que agrada al Señor" 8. Es irrenunciable el aceptar al otro tal cual. ¿Por qué? Primero, porque es una persona. Por el mero hecho de existir, es para nosotros un argumento de que Dios lo ama. "Si les quitas el aliento, mueren y vuelven a ser polvo" 9. Segundo, porque el ser pecador no es un obstáculo para el amor de Dios. Jesús acogía particularmente a los pecadoresl0. Tercero, y es la razón que subraya Fran– cisco en 7C, porque son una gracia. Cual– quiera podría pensar que los no cristia– nos, o los pecadores, son des-gracia. Francisco escribe lo contrario: "Todo lo que te impide amar al Señor Dios y cual– quier estorbo que te venga, ya de parte de los hermanos, ya de otros, aunque te azo– taran, todo lo debes considerar como una gracia" 11. Muchos formadores, sean o no francisca– nos, no logran digerir este principio, aparente– mente escandaloso: "Todo lo que te impide amar al señor Dios... lo debes considerar co– mo una gracia". La reacción es tender inme– diatamente a eliminar al que no veas cristiano como tú juzgas que debe ser. Es precipitarse a eliminar la cizañal2. La consecuencia se impone. Hay que se– guir la práctica de Dios y Jesús: amar a los enemigos, para actuar como hijos del Padre que hace salir su sol sobre malos y buenos13. Francisco lo dice expresamente: "Ama a los que se portan así contigo. Y no pretendas de ellos nada más de lo que el Señor te concede obtener de ellos. Y ámalos tal como son" 14. Ya en la Regla lo declarará autoritariamente: "Guárdense todos los hermanos, lo mismo los ministros y servidores como los demás, de al– terarse o enojarse por el pecado o defecto del otro, ya que el diablo trata de echar a perder a muchos por causa de la culpa de uno solo; más bien ayuden al culpable espiritualmente, como mejor puedan, porque no son los sanos quienes necesitan de médico, sino los enfer– mos" 15. Lo que se pudiera creer fidelidad o celo divino -enojarse por el pecado o defecto ajeno- Francisco lo califica de diabólico. En la Regla bulada insistirá: "Se deben guardar de airarse y alterarse por causa del pecado de alguno, porque la ira y la alteración impiden la caridad en sí y en los demás" 16. La solución no es la que pretendía el mi– nistro: huir a un eremitorio. Sino saber captar la gracia que hay en la convivencia con los pe– cadores e imperfectos, con los cristianos a me– dias. "Esto es para ti de más valor que un ere– mitorio" 17. Aceptar a cualquier hermano, también al formando, tal como es, es una di– fícil exigencia, pero necesaria, si tenemos en cuenta que cada uno de nosotros tampoco es cristiano totalmente, y que así como nos so– portan a nosotros, igualmente debemos acep– tar a los demás. Ya se dijo en el IV CPO de la Orden Ca– puchina, sobre la formación: "Es muy impor– tante saber aceptar a los hermanos como son, renunciando a pensar demasiado en cómo de– berían ser. El sentido vivo del perdón crea un clima de alegría evangélica en el corazón de la fraternidad" 18_ El perdón es el criterio de una caridad auténtica y de una genuina pedagogía. A con– tinuación escribe Francisco lo que nunca me– ditaremos bastante: "Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, su servidor y tuyo, a saber, si te conduces de esta manera: que no haya en el mundo hermano alguno que haya pecado todo cuanto puede pecar y que, des– pués de haber visto tus ojos, jamás se aparte de ti sin tu perdón, si te lo pide; y si no te pide el perdón, pregúntale si quiere el perdón. Y si después volviera a pecar mil veces en tu pre– sencia, ámale más que a mí, para atraerlo al 131

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