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FRANCISCO PEDAGOGO Carlos Bazarra, ofm. cap. Es lamentable que en tareas forma– tivas la misericordia es considerada la cenicienta de las virtudes, una debilidad de los formadores y la ruina de la pedagogía. Todos pre– fieren el autoritarismo y la inflexi– bilidad, olvidando el evangelio y dando prioridad al juridicismo so– bre la vida fraterna. Francisco vivió una experiencia profunda de conversión. Y esta experiencia lo marcó tan radicalmente que influyó no sólo en su es– tilo personal de vida, sino también en las rela– ciones con sus hermanos. A veces ocurre que nos desmemoriamos. Olvidamos lo que fuimos, lo que somos y el iti– nerario que seguimos. Porque olvidando todo esto, no somos consecuentes y nuestra pedago– gía no tiene nada que ver con nuestra expe– riencia espiritual. Es una pedagogía postiza y artificial. En la historia de la humanidad en– contramos este fenómeno. Por ejemplo en las narraciones bíblicas. Acontece una experien– cia de Dios, y esa experiencia divina se expre– sa en un nombre. La experiencia del éxodo se cristaliza en la designación de Dios Libera– dor. Más tarde se sigue utilizando el nombre "Liberador" pero sin revivir la experiencia de liberación. Entonces surge la contradicción de invocar un Dios liberador y seguir una praxis de opresión. Se perdió la memoria subversiva, ya no somos consecuentes. En Francisco en– contramos una pedagogía fiel a su experiencia de conversión. Este es el gran valor de su pe– dagogía. 130 No pretendo agotar el tema. Simplemente quiero exponer unas reflexiones personales que me ha sugerido la lectura de la carta a un ministro!. Esta es considerada "como una de las obras maestras del realismo de todos los tiempos" 2. Precisamente porque refleja su ex– periencia propia y no son conceptos recibidos . de prestado. El P. Iriarte explica el contexto de la 7C. "Es la respuesta del fundador, cuando todavía era ministro de toda la fraternidad, a un su– perior que le había expuesto su problema de conciencia. En la primera parte lo anima a continuar al frente de sus hermanos y le des– cubre, finamente, la raíz de sus sinsabores: debe renunciar a imponer a sus hermanos su propio modo de ver la perfección, no buscar su propio éxito. En la segunda parte le da nor– mas sobre la manera de conducirse con el hermano culpable y le remite al próximo ca– pítulo de Pentecostés, donde se ha de tratar el asunto de ciertos pecados más graves" 3. La situación la entendemos perfectamen– te. El Ministro no consigue lo que pretende. Le parece que sus religiosos son relaj ados, no le obedecen, dan mal ejemplo. ¿Para qué se– guir insistiendo? "No quiero saber nada de los hombres, me escapo a un eremitorio, vivo en soledad, en unión con Dios. Así tendré paz y no me veré turbado por esos malos religio– sos", parece ser el razonamiento del Ministro. Francisco le va a responder con la 7C, donde yo encuentro la experiencia personal transfor– mada en pedagogía evangélica. "No pretendas que sean mejores cristianos" La frase4 es sorprendente. Se diría que el objetivo de toda pedagogía cristiana es exac– tamente ése: ser mejores cristianos. Pero la ex– periencia de Francisco le había demostrado el engaño de esa aspiración a la perfección. Por– que se mira sólo al punto de llegada, y no se tiene en cuenta el punto de partida. ¿Qué le pasó al joven Francisco? Le re– pugnaban los leprosos. ¿y a quién no? Todos preferimos ver un cuerpo sano, y el objetivo debe ser la salud, no la enfermedad. Pero si de entrada renunciamos al espectáculo de la en– fermedad , nunca podremos lograr la salud. En términos pedagógicos esta actitud se tra– duce en la aceptación del otro tal cual es. Francisco abraza al leproso y lo acepta. Lo
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