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mente toda esa condición humana, histórica y cultural". Palestina, en el siglo I de nuestra era, esta– ba bajo el dominio de los romanos, y éstos estaban resquebrajando el modelo de socie– dad judía. La clase rica y el poder religioso judío trabajaban en favor de los intereses de Roma y la clase pobre estaba siendo cada vez más explotada y marginada. El Templo venía a ser la mayor institución de Jerusalén. Jesús nace en ese momento histórico, "cuando Cirino era gobernador de Siria", dentro de una familia humana, la de "José, de la casa de David", radicándose en "una villa de Galilea, llamada Nazaret". En la circuncisión recibe un nombre que no era extraño en aquella sociedad. Va a las fiestas de Jerusalén. Trabaja como carpintero. Se entristece, llora, se alegra; camina, bebe y come. Bendice la mesa como era típico de los judíos, observa el culto sabático y reza junto a la comunidad. Al mismo tiempo actúa con libertad frente a la ley y las costumbres reli– giosas. Reza en lengua materna, el arameo. Lee los diversos libros del Antiguo Testa– mento. En el transcurso de su vida va descu– briendo lenta y progresivamente su mesiani– dad. Pasa bastantes años evangelizando úni– camente con su presencia testimonial antes de comenzar a predicar públicamente la Buena Nueva del Reino con señales y palabras. Por tanto, fue un hombre judío que asumió la cul– tura judía. Igualmente dialoga con las perso– nas del pueblo, con los fariseos, con los escri– bas, y de modo especial con los apóstoles y marginados. Su diferencia con respecto a cualquier hombre está en que él no pecó. Jesús no sólo nació en la periferia, lejos de los centros de poder, sino que se solidarizó con los marginados de la sociedad y asumió su causa como "el distintivo de su misión". Los evangelios nos muestran a un Jesús ami– go de publicanos, pecadores, leprosos, prosti– tutas, samaritanos, viudas, niños, ignorantes y gentiles, con los cuales dialoga. Esa opción por los marginados culminó con su muerte, muerte dado a los extraños, esclavos y deses– tabilizadores del orden político establecido. Jesús quiere eliminar la pobreza del po– bre, todas las diferencias existentes entre los hombres, y todo tipo de dominación y margi– nación. Quiere establecer la fraternidad y la igualdad, pero eso sólo será posible en medio de la conflictividad. El justifica su opción y su conducta a partir de la conciencia que posee de su peculiar intimidad que tiene con el Pa– dre, de la dimensión de amor y bondad del Padre y del Reino que él viene a anunciar e inaugurar. Podemos concluir diciendo que Jesús de Nazaret es para nosotros "el modelo y el ca– mino, porque se metió de lleno en el espesor de la vida humana, porque participó plena– mente de nuestra limitada condición, y desde ahí tuvo que afrontar su futuro y su destino, tuvo que asumir sus propias opciones, para orientar su vida de acuerdo con el designio y la voluntad de Dios. He aquí la lección más profunda y más estremecedora que nos pre– senta la vida, la obra y la muerte de Jesús". Solidaridad inculturada y liberación en Jesús La encarnación del Hijo de Dios que asu– me la condición humana en Jesús de Nazaret es una encarnación kenótica, es decir, no sólo asume la condición humana, sino sobre todo la condición infrahumana, la condición de los que viven en una situación no humana, los empobrecidos, los marginados, los domina– dos. Es una encarnación que respeta al hom– bre y su dignidad, y por eso respeta al que nunca fue respetado, dialogar con quien siem– pre fue obligado a callar, y establecer una relación de alteridad con quien siempre fue visto y considerado como objeto, como cosa, es la mayor señal de la encarnación que nos revela a un Dios que es alteridad. Así la razón fundamental de la encarna– ción no es la eliminación del pecado, sino la solidaridad con todos los seres humanos, has– ta la solidaridad y amor preferencial por los empobrecidos y desechados de la historia. Esa encarnación kenótica busca la liberación, es decir, el establecimiento de unas relaciones de hijos para con Dios, de hermanos para con los hombres y de administradores para con la naturaleza, caminando hacia la plenitud es– catológica. Encarnación que por lo mismo re– vela claramente la gravedad del pecado allí donde se encuentra, y muestra cómo no se puede llegar a la resurrección sin pasar por la cruz, por el anonadamiento, por la kénosis, desvelando y criticando así todo triunfalismo cristiano que quiere alcanzar la resurrección sin asumir la inculturación solidaria con la 25

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