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28 dígena, utilizando para ello los medios de comunicación; denunciar cualquier injusticia o intento de eliminar la vida y cultura del amerin– dígena; fortalecer la inculturación del indígena, su identidad personal y grupal; motivar al pueblo indígena para que no pierda su memoria histórica, o para que la recupere si la ha perdido; ayudar al indígena a codificar su lengua, historia y cultura; vigilar para que la educación indígena no sea destruida por agentes externos, institu– ciones educativas, gubernamentales y re– ligiosas; al mismo tiempo que pueda co– nocer y asimilar equilibradamente algu– nos elementos, conocimientos y técnicas de la cultura occidental en cuanto sean ne– cesarios para el contacto, para no ser do– minados ni marginados dentro del país, y en cuanto fortalezcan y favorezcan la identidad y el crecimiento dinámico del grupo; evangelizar, prioritariamente con el testi– monio, y cuando parezca que es el tiempo oportuno, anunciar explícitamente la Bue– na Nueva de Jesucristo; acompañar al indígena en el discerni– miento y revisión de su cultura a la luz del evangelio, para que él mismo señale sus valores y sus antivalores; dejarse instruir por los indígenas, sea por los valores que éstos viven, sea por la si– tuación de marginación y dominación en que están; una vez que la Buena Nueva del Reino anunciada es acogida libremente, empe– ñar las máximas energías en el nacimien– to y crecimiento de una comunidad ecle– sial indígena con fisonomía o rostro pro– pio por la fuerza del Espíritu; programar la pastoral y evangelización indígena. No se puede improvisar, ni espe– rar todo de la espontaneidad, ni actuarais– ladamente. Encuentro de culturas El encuentro de la cultura indígena con otra cultura diferente, la occidental, se realiza a través de varios caminos. De modo violento, se realiza por invasores que quieren apoderar– se de las riquezas naturales de los indígenas o de sus tierras. De modo más o menos pacífico, pero no por ello menos destructivo, se realiza generalmente por las instituciones guberna– mentales, sobre todo a través de sus progra– mas educativos. Los medios de comunicación, principalmente radio y televisión, son armas sofisticadas y de gran alcance, a través de las cuales los indígenas introyectan la mentali– dad occidental. Los blancos, los criollos o mestizos que trabajan cerca de las comunida– des indígenas junto a los que realizan traba– jos de etnografía o antropología se convierten también en otra vía a través de la cual el indígena tiene acceso a la cultura occidental. De entre todos los caminos de acceso posi– bles, quien asuma la causa del indígena de cerca, es decir, se inculture, se convertirá en la mediación privilegiada. De ahí la exigencia de que el misionero se inculture. Este encuentro entre esas dos culturas que se llama transculturación y aculturación 1, no se efectúa de modo equitativo, sino que nor– malmente se lleva a cabo de modo desequili– brado, siendo la cultura dominante quien lle– va más ventajas. El grado máximo de ese de– sequilibrio es la desintegración cultural (etno– cidio), que comienza con contactos continua– dos de dominación. El misionero puede ser un gran aliado del indígena en ese proceso, acompañándolo, orientándolo y capacitándolo en ese encuen– tro entre culturas. El misionero y el indígena, sobre todo los ancianos y sabios, en un encuentro abierto y sincero, pueden mostrar mejor el uno al otro sus cosmovisiones diferentes, sus valores, sus técnicas, sus recursos y sus conocimientos. Al mismo tiempo, ambos dan y reciben. Este en– cuentro ayudará a no absolutizar ninguna I Cuando dos civilizaciones se encuentran, ambas se compenetran mutuamente. El proceso de compenetra– ción y de mutua adaptación se llama en la cultura más fuerte: transculturación, y en la más débil: acultura– ción. Esta se aculturiza, mientras la más desarrollada se transculturiza.

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