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Todas las hermanas conviven bajo el mismo plan de igualdad. La distribución de los oficios y de las ocupaciones se ha de subordinar al bien superior de la "caridad recíproca y de la paz" (Regla, cap IV). Con el mismo espíritu se debe observar la vida común, sin distinción ninguna. Unica privile– giada es la hermana enferma, del cuerpo o del espíritu, con la cual la caridad no debe tener límites. Para poder construir día a día la fraterni– dad, las hermanas se esforzarán por alejar de sí todo lo que sea "soberbia, vanagloria, en– vidia, avaricia, cuidado y solicitud de este mundo, detracción y murmuración, discordia y división ... , solícitas siempre por conservar la unión de la mutua caridad, que es vínculo de perfección (Regla X). En el estilo evangélico de buen gobierno santa Clara se revela una fundadora excep– cional, siempre en la línea trazada por san Francisco a la luz del Evangelio; él propone como texto clave las palabras de Jesús. "No he venido para ser servido, sino para servir" (Mt. 20, 28). El retrato de la "abadesa y madre", trazado por ella, no puede ser más evangélico ... En el Testamento dice: "Sea tan acogedora y comunicativa con todas , que puedan manifestarle sin temor sus necesidades y acudir a ella confiadamente, a cualquier hora, como mejor les acomode, lo mismo cada una para sí como en favor de sus hermanas" (Testam. 65s). Mandar y obedecer, según la enseñanza de san Francisco, son dos funciones de servi– cio a impulso de una misma caridad (Rnb. 5, 14s). Clara quiere que al modo evangélico de guiar la fraternidad, en la abadesa, corres– ponda un modo evangélico de obedecer. Transcribe el capítulo respectivo de la Regla de san Francisco, en femenino: "Las herma– nas súbditas tengan presente que han renun– ciado por Dios a su voluntad propia. Por ello están firmemente obligadas a obedecer a sus abadesas en todo lo que han prometido al Señor cumplir y no se opone a su conciencia y a nuestra profesión" (Regla X, 2s) . Pero en el Testamento había añadido un inciso muy significativo: "Quiero que obedezcan a su madre con espontánea voluntad, como lo pro– metieron al Señor" (Testam. 68). Nada, pues, de una obediencia puramente pasiva, de eje– cución, sino "activa y responsable" , como enseña el Vaticano II (PC, 14). La abadesa no es la responsable única de los intereses de la comunidad, sino que com– parte esta responsabilidad con todas las her– manas. Está obligada a pedir el consenti– miento de "todas las hermanas" para admitir a una aspirante o para contraer deudas. Las oficiales del monasterio han de ser elegidas, como también las discretas, "de común con– sentimiento de todas las hermanas"; y éstas las pueden deponer y elegir otras en su lugar cuando les pareciera conveniente. "La abade– sa y todas las hermanas" son responsables de la guarda de la pobreza, del cuidado de las enfermas, de la observancia del silencio y de la guarda de la clausura. Clara, lo mismo en el Testamento que en la Regla, en los pasajes que llevan más mar– cado su sello personal, emplea e l nosotros, lo cual comunica al texto un valor de compro– miso común. Particular muy aconsejado en la dinámica de grupos. Pero donde mejor apare– ce la conciencia de la responsabi lidad con– junta es en la prescripción sobre el capítulo de la fraternidad, al menos una vez por sema– na, en sus dos tiempos, uno penitencial y el otro de diálogo y abierto y confiado. El retiro claustral fue una opción libre de santa Clara y de san Francisco ya desde el principio, si bien luego la santa hubo de aceptar las prescripciones concretas de la disciplina de la clausura que fueron dadas por la santa Sede. Son los capítulos menos personales de la Regla. Para Clara, como lo expresó el Cardenal Protector en la aproba– ción de la Regla, esa condición externa es la garantía de la libertad del espíritu para una vida entregada a Dios y aun para poder des– cubrir el bien de la nueva familia unida en el vínculo de la caridad. 19

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