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bién por las declaraciones de las mismas hermanas en el Proceso. Las ha sintetizado el primer biógrafo en estos términos: "Enseña– ba a las novicias a contemplar con amor compasivo a Cristo crucificado; y lo que enseñaba con palabras, lo ejemplificaba al mismo tiempo con los hechos, ya que, mu– chas veces, mientras las exhortaba, su llanto se adelantaba a sus palabras" (Leyenda, 30). "Como maestra de las jóvenes en forma- ' ción, al modo como lo hace en el palacio de un gran rey la encargada del cuidado de las doncellas, las educaba con tal pedagogía y las formaba con tal delicado amor, que no hay palabras para explicarlo. Les enseñaba, ante todo a alejar del retiro de la mente todo rumor impropio, para que pudiera adherirse y penetrar en la profundidad de su misterio. Las amaestraba en el modo de no dejarse influenciar por el amor de los parientes se– gún la carne, olvidando la casa paterna para agradar a Cristo. Las exhortaba a no tener demasiados miramientos con las exigencias de la fragilidad del cuerpo y a tener a freno, con el imperio de la razón, la veleidades de la naturaleza. Les demostraba que el enemi– go insidioso tiende lazos ocultos a las almas puras, y que tienta a los santos de un modo, y de otro a los mundanos. Quería por último, que a determinadas horas se ocuparan en labores manuales, pero de modo que, conforme al deseo del Funda– dor, volvieran enseguida a enfervorizarse mediante el ejercicio de la oración, superan– do la pesadez de la indolencia con el fuego del santo amor, desecharan el frío de la indevoción. Jamás en lugar alguno hubo mayor guarda del silencio .. . No había allí fáciles charlas que entretuvieran el ánimo disipado, ni palabras ligeras que alimentasen frívolos afectos. Pues la maestra misma, par– ca en palabras, ceñía en brevedad de expre– sión la riqueza de su pensamiento" (Leyenda, 36). Bella la síntesis que hace la Bula de canonización del estilo sobrio y eficaz con que Clara guiaba y formaba: "Fue primicia de pobres, guía de li'i¡mil– des, maestra de castas y abadesa de pe– nitentes. Gobernó el monasterio y la fa– milia a ella encomendada con discreción y solicitud en el temor y en el servicio del Seííor y en la exacta observancia de la Regla, alerta en el cuidado, entregada en el servicio, atenta a la exhortación; dili – gente en la amonestación, moderada al corregir, parca en el mandar, pronta a la compasión, discreta en sus silencios, sen– sata en el hablar; pedía consejo en todo cuanto podía ser útil para un acertado gobierno, prefiriendo servir antes que mandar, honrar antes que recibir ella honor. Este estilo de vida era para las otras enseñanza y formación. En este libro apren– dieron la norma de conducta, en tal espejo se miraron para conocer los senderos de la vida" . SU ESPIRITUALIDAD PERSONAL Rasgos de su personalidad Sobre la base de sus escritos personales y de los datos suministrados por las declaracio– nes del proceso, se puede estat)Jecer el si – guiente retrato humano de santa Clara, mujer ventajosamente enriquecida con dones de naturaleza y de gracia: Madurez humana eminentemente femeni– na, o sea: riqueza de sensibilidad, de ternura, de presencia de ánimo, de solici– tud hasta el detalle, junto con un don extraordinario de discernimiento. Entereza mansa, pero también vigorosa cuando es necesario, especialmente en su adhesión irrenunciable a la herenc ia de Francisco. Serenidad y gozo de espíritu, que se trans– parentaba en todo su exterior. Alegría comunicativa, aun en sus cartas. Distinción y cortesía sin afectación, como aparece en sus cartas a Inés de Praga. Exquisita sensibilidad. Afectuosidad sincera, patente en sus car- 15

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