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"Fíjate en el principio de este espejo, la pobreza de quien fue reclinado en un pese– bre y envuelto en paiiales ... " (v. 19). De nuevo nos encontramos con una expe– riencia de oración y contemplación que em– piezan por los sentidos, que descubren los detalles de la pobreza de quien es "reclinado en un pesebre", la pobreza de los medios, 9el lugar y de las personas que le rodean. Pero después viene la mente a reflexionar y el corazón a sentir afectiva y afectuosamente porque se trata de un caso muy extraordina– rio de pobreza, de una persona muy singular, ya que quien está reclinado en un pesebre es "el Rey de los ángeles, Señor del cielo y de la tierra". "Mira, luego, en el centro del espejo la humildad santa, los trabajos sin número y las penalidades que sobrellevó por la reden– ción del género humano" (v. 22). Aquí se daría e l mismo proceso de la escena anterior (sen tidos, mente, corazón) en referencia a la vida oculta y pública de Jesús, desde Egipto a Nazaret, a su ministerio, su pasión y muer– te. Todo ello como ejemplo y misterio de humildad. "Contempla en el término del espejo, la inefable caridad, que le llevó a padecer el suplicio de la cruz y morir en ella con la muerte más ignominiosa" (v. 23). Aquí la mirada, la reflexión y la afectividad de quien se encuentra ante la pobreza y la humildad de Cristo, tiene que ceder su lugar al alma que se deja sumergir en el misterio de la inefable caridad de Cristo al sufrir el suplicio de la cruz y la muerte más ignominiosa. Notemos aquí, ante todo, el término inefable, que nos sugiere una forma e intensidad de caridad que sobrepasa la capacidad humana de com– prensión y que, por tanto, es sólo perceptible a través de la gracia de la contemplación, en los niveles íntimos del alma creyente e infla– mada, a su vez, de amor. Reforzando la inefabilidad de la caridad, Clara califica de suplicio el tormento de la cruz, y su muerte como la más ignominiosa. Y dentro de esta línea de subrayar lo inefable y extraordinario de la experiencia de Cristo cita las palabras del siervo de Yahveh: "mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor" (v . 25). Lo que Clara dice en los versículos 26-30 es una descripción de las consecuencias de la contemplación de la caridad inefable de Cris– to, del ardor de su caridad, de las delicias inenarrables y de las riquezas y honores de eternidad. ¿Cuáles son estas consecuencias? Son las siguientes: su memoria se queda ocupada ya para siempre con el recuerdo de esta caridad, su alma se siente derretir, es decir, no ofrece resistencia alguna ante tal amor, y su corazón se abrasa en tal fuego de amor que, en la medida posible a un humano, pueda estar a la altura del amor divino, amor que, como el fuego que destruye la escoria, destruirá todo sentimiento humano carnal, impropio de quien ha sido amado de forma tan inefable. Como experiencia culminante de una vida contemplativa de tal profundidad, el alma comienza a vivir con el único anhelo que puede colmar su corazón y su alma: "Lléva– me en pos de ti , Esposo Celestial ... ". ¿A dónde? Hasta la morada eterna del cielo don– de la contemplación del Esposo se sublimará en el abrazo eterno y delicioso d<? una unión esponsal eterna. Para mejor entender esta referencia hacia la eternidad, que incluye esta experiencia culminante de contempla– ción, tengamos presente que Clara escribe esta carta unos meses antes de su muerte, cuando, sin duda, ella percibe muy cerca los consuelos de esa contemplación celestial. Sin embargo, no hay que pensar que esa sea una condición para descubrir y gozar la dimen– sión escatológica de la contemplación. CONCLUSION Después de haber visto detalladamente estas tres experiencias de oración y contem– plación que nos ha presentado Santa Clara en sus cartas a Inés, espero no quede ninguna duda de si ella tenía un itinerario o método de oración. Por otra parte, s i ella lo comparte con Inés en sus cartas, es lógico que ella lo 11

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