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SANTA CLARA, MAESTRA DE ORACION Jesús María Bezunartea, ofm. cap. INTRODUCCION Ante todo, quiero llamar la atención del lector sobre el título de este trabajo. Sí, voy a presentar a Clara de Asís como una maestra de oración. Creo que todos están de acuerdo en que ella fue una gran contemplativa, pero pocos creen que fue una maestra en este campo de la vida espiritual. Hay quien inclu– so dice que ella "no nos dejó ningún indicio que permita descubrir un determinado méto– do de oración". También parece ser una pos– tura común, pero poco práctica a mi parecer, el tomar el Proceso de Canonización o la Leyenda como fuentes principales para cono– cer la oración y contemplación de santa Cla– ra. Quizás sí lo sean para conocer detalles o aspectos externos sobre la misma, tales como los momentos favoritos para su oración, al– gunos efectos externos de sus experiencias de oración y los misterios que alimentaban su oración y contemplación. Yo quisiera cumplir con mi propósito de presentar a Clara como maestra de oración acudiendo a la fuente donde mejor podemos descubrirlo y que, hasta ahora, ha sido poco estudiada: sus cartas a Inés de Praga. Lo que ella comparte con Inés es lo que ella vivía, por tanto es un campo muy rico donde des– cubrir el método seguido por ella en su ejer– cicio y vida de oración y contemplación. También quiero aclarar, o al menos afir– mar, que la oración-contemplación no es para Clara ni para sus hermanas una simple acti– vidad de su vida consagrada, ni la actividad más importante de la misma, sino un estado o condición permanente de su vida. Y hay quienes se contentan con considerarla la ac– tividad más importante, pero ello pone en duda el verdadero sentido de una vocación contemplativa, importante entre los carismas de la Iglesia, hoy como siempre. Me atreve– ría a decir que es uno de los carismas de la vida religiosa que más futuro tienen para la Iglesia y para nuestro mundo extrovertido, pero muy hambriento de lo espiritual. Precisamente en relación con esta con– cepción de la oración y contemplación como un estado o condición de vida, tenemos en nuestra espiritualidad franciscano-clariana un par de recomendaciones de Francisco y de Clara muy importantes: "No apaguen el espí– ritu de la santa oración y devoción", "pongan empeño en aspirar sobre todas las cosas a poseer el espíritu del Señor y su santa opera– ción, orar a El de continuo con un corazón puro" (Regla de Clara VII, 2 y X, 9-10). ¿Qué nos está sugiriendo el término "es– píritu" sino una serie de actitudes espirituales o cristianas que nos llevan a estar dedicados continuamente a Dios, de forma que estemos en continua comunicación con El y no haya en nosotros ningún obstáculo para experi– mentar esas maravillas que "el mismo Dios tiene reservadas desde el principio para sus amadores"? (Cta. III, 14). San Francisco explica en su primera Re– gla (C. 22) el proceso o camino para vivir la gracia de una "oración continua" y "con un corazón puro". De ello se hace eco Santa Clara en cierta forma en esa tercera carta. Recomienda a Inés enderezar todas sus facul– tades a Jesucristo, no dejarse engañar ni por las seducciones del mundo ni por las ace– chanzas del enemigo de los hombres", a "amar sin reservas a aquel que se te ha dado total– mente por amor" y, a ejemplo de María, hace morada y trono para el Señor en el alma (v. 12-27). Antes de cerrar esta introducción, quiero aclarar que voy a usar la expresión "oración y contemplación" para poner de relieve, por una parte, toda la riqueza de la vida espiritual de oración y, por otra, que la contemplación 5

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