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sabes leer, o no eres docto, encuentra quien te enseñe y adoctrine. Ciertamente, cada uno debería tener en su mente la Regla y las declaraciones como el Paternoster. Y los Ministros deberían or– denar que en todos los lugares todos los día los frailes se reunieran a cualquier hora para entender y exponer la Regla; y ordenar que uno lq, expusiese. Y, si otra cosa no pudieren hacer, al menos debe– rían conversar y razonar de la Regla y sus declaraciones. San Francisco, cela– dor perfectísimo de la Regla y profesión, bendecía a los frailes que voluntariamen– te hablaban de la Regla y profesión. Y decía que la Regla y profesión eran para sus celadores libro de vida, esperanza de salvación, arras de gloria, médula del Evangelio, vida de la Cruz, estado de perfección, llave del paraíso, y pacto de alianza eterna. Y quería que todos los frailes la tuviesen, la amasen y medita- 214 sen, y hablasen mucho, en recuerdo del pasado juramento y voto. Quería tam– bién que los frailes la llevasen siempre sobre sí y que muriesen con ella. Y con– taba el ejemplo de un santo hermano joven que, siendo martirizado por los infieles, tenía la Regla con las dos manos y arrodillado devotamente decía al queridísimo compañero: Digo la culpa ante los ojos de la Divina Majestad, y ante ti de todas las cosas que he pensado o hecho contra esta Regla. Y, dicho esto, entregó su santa alma al cielo, coronado por el martirio " (15). La vida de todo Capuchino, aunque no se pueda admirar su ciencia o austeridad, habrá sido santa si podemos repetir el testimonio que Bemardino de Colpetrazzo daba de la santidad del P. Angelo Della Chiesa: "No sé de él otro milagro que la verdadera y perfecta observancia de la Regla" (16).

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