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tas: en la convivencias en grupos reducidos (n.139); en los viajes (n.46); espíritu de obe– diencia y sumisión a todos, incluso como Orden (ns. 7, 8, 10, 43, 53, 54, 55, 68, 70, 77, 78, 85, 95, 96, 98, 99, 114, 120, 123, 128, 133, 134, 88, 94, 102, 93 y 104). El espíritu de igualdad aparece, sin dete– nernos a examinar textos concretos, en que las leyes son las mismas para todos y no se hace en ellas, y en la vida, más distinción que la exigida por las obligaciones de su propio estado: sacerdote, clérigo, hermano (ns. 24, 30, 65, 107). Admitiendo a los her– manos a cargos (B. Colpetrazzo, Il, 49, 61). La oración ocupa un puesto importan– tísimo. Apreciamos la influencia del pensa– miento de la época y de su ·primitivo anhelo eremita. La vida, la Regla..., todo, se ordena a la contemplación (ns. 13, 31, 32, 34, 35, 36, 41, 42, 65, 79, 91 , 123; B. Colpetrazzo, I, 215, 400; II, 56, 67, 134, 185, 187, 188, 76, 80, 91; III, 172; M. Saló, 21). Pobreza, Regla y Testamento Porque un espíritu no se vive verdadera– mente sino en cuanto toma forma y realiza– ción en la manifestaciones concretas de la vida, los Capuchinos encamaron la pobreza en cosas bien concretas (n. 32, 33, 57, 59, 70, 71, 73, 144, 38, 67, 80, 85, 89, 74, 65, 84, 83, 81). El amor a la Regla se encama también concretamente en la veneración material: sa– bemos que la llevaban consigo y se manda que todos los viernes se lea públicamente para que no sólo esté en el corazón sino en la mente de todos (n. 2). Desde estos puntos de vista la observan– cia del Testamento y la aceptación de las declaraciones hallan solución: la misma Re– gla y Testamento no obligan sino en la me– dida que determina el Papa. El Testamento se acepta como principal glosa de la Regla y se manda cumplirlo no por voto ni promesa especial sino como ayuda a la guarda fiel de la Regla (n.39). Evitan los excesos de ciertos espirituales, que rechazaron toda interven– ción pontificia, aceptando las declaraciones de derecho común, principalmente "Exiit" de Nicolás III, "Exivi" de Clemente V (n.5). En aquel ambiente de profetismo en que por todas partes aparecían predicciones y toda predicción tenía enorme valor sirvió de piedra de toque para demostrar que e_ra la verdadera reforma el estar hecha según la mente y espíritu del Fundador, conforme a la verdadera observancia; aunque vemos entre– mezclar este espíritu de verdadera observan– cia con el literalismo y arqueologismo (13). Está bien claro que la observancia de la Regla según la mente e ideal de san Francis– co entró muy pronto en la conciencia capu– china; fue su base y razón de ser; y abrió el camino a la supervivencia de aquel grupo. CONCLUSION Cuando el cronista nos habla de la reno– vación de la Iglesia nos dice: "A nosotros pues pobres Capuchinos en esto nos basta con vivir en la perfecta observancia de la Regla y, en tanta tribulación, permanecer fieles hasta la muerte en esta Congregación" (14). Si hoy se nos exige más, necesaria– mente a la base ha de estar esto. En nuestros días se impone reencarnar ese espíritu , aban– donándonos al soplo del Espíritu; habremos de cambiar las formas y las leyes; el espíritu ha de permanecer subyacente. Siempre nuestra virtud distintiva, primor– dial y característica ha de ser la tendencia a la perfecta observancia 1 de la Regla según el ideal que san Francisco soñó y marcó con su vida. Amar la Regla y estudiarla se impone siempre a todo Capuchino como base de su existencia y espiritualidad. Toda realización humana será más o menos deficiente; lo que no debe faltar nunca es el anhelo por com– prender mejor sus exigencias: f/Por eso te aconsejo que no pase jamás un día en el que a cualquier hora no pienses en tu profesión y que no conside– res la Regla y las declaraciones. Y, si no 213

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