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el Papa la habría aprobado (recordemos la oposición de los cardenales), ni tantas veces se hubiera reformado apenas co– menzaba a relajarse. Lo más importante es, pues, la observan– cia de la Regla. Si no se puede en la Orden hay que hacerlo fuera. Por eso ellos -y sólo por eso- se han separado de la Orden . 2.- Tomaron como lema la "perfecta", "pura", verdadera, auténtica, simple y fiel obser– vancia de la Regla. Tal observancia es la "literal" y el modelo es el mismo san Francisco, en sus obras, escritos, sobre todo en el Testamento, y el género de vida que llevó con los primeros compa– ñeros. No omitían nada de cuanto veían necesa– rio para la observancia de la Regla, gozo– sos de poder padecer por ella y dispues– tos a dar la vida en su favor. Por el contrario, rechazaban cuanto creían iba contra esa "pureza", incluso algunas de– claraciones papales (2). Encontramos aquí todo un pensamiento formado y que, indudablemente, es fruto de una evolución y elaboración. Lo problemá– tico es saber cuándo tomaron esa conciencia, cuándo se dieron cuenta de la importancia del hecho que protagonizaban. El "Capuchino" no aparece repentinamen– te. El "Capuchino" no es ni Mateo de Bascio, ni los hermanos Fossombrone, ni siquiera Juan de Fano. Es el "tipo" resultante de algunos de los rasgos encarnados en esos personajes primeros, de un pensamiento, y de otros rasgos ideales y queda ya dibujado en la legislación de 1536. Aparecen juntos "el Capuchino" y su circunstancia histórica; esa última se consumirá poco a poco en pro de lo trascendente. No hemos de extrañamos de que, al intentar buscar lo genuino en la concretez de lo primitivo, nos despistemos con algún rasgo que es "genuino" sólo en aquella circunstancia histórica. En este pro– ceso de cristalización de lo capuchino distin– guimos tres fases. Desde el principio a Albacina (1529) Cuando Mateo de Bascio partió del con– vento de Montefalcone a Roma no pensó en reformar la Orden. Era demasiado sencillo. Le había parecido que no observaba bien la Regla en el género de vida que llevaba y, sin detenerse en cavilaciones, buscaba uno de aquellos permisos para vivir eremíticamente y poder predicar libremente por los pueblos imitando a san Francisco. Ya la primera reflexión teorizaría sobre este acto suyo, en– contrando en él los dos principios vividos: la observancia de la Regla es un deber personal que cada uno debe cumplir; además, la Regla está sobre la Orden que no existe sino para facilitar la plena observancia de la misma. Me sería relativamente fácil entresacar del conjunto de los cronistas textos favora– bles, silenciando los que ofrecen dificultades. Ya dije que suponen una elaboración y que su mirada retroactiva encama en los hechos ideas ausentes en su realidad. Me basaré en cuanto pueda en otros documentos: los de la Cancillería papal. La observancia de la Regla está siempre presente en todos los hechos pero como tras– fondo . En este primer período el centro es la vida eremítica. No tenemos historia fidedigna de la pri– mera actuación de Mateo de Bascio ante el Papa. El cronista, señalando la importancia de la observancia de la Regla, insiste en que se busca una vida de predicación y erernitismo. Lo mismo hará al narrar las vidas de otros personajes (3). Los otros documentos son tan claros que apenas los comento: "En cuanto a vosotros, se me propuso que para tranquilidad del alma habéis deseado morar fuera del convento de la Orden en el lugar honesto, lejos de la sociedad de los hombres, vestidos de vuestro hábito, llevando vida eremítica, ... se concede que, implorada la licencia de vuestros superiores, aunque no haya sido obtenida, podéis llevar para siempre vida eremítica fuera de los conventos en al- 209

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