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mañana feliz , camino del sepulcro; la re– moción de la piedra a la entrada del mismo; la visión del ángel; la resurrección de Jesu– cristo. En ésta especialmente se detiene. Refiere las diez apariciones del Resucitado que atestigua el Evangelio. Se advierte que en este sermón Antonio quiere ser mera– mente el portavoz de los relatos bíblicos, y desde ellos afianzar la fe en el gran misterio que ha de culminar en la resurrec– ción general de los muertos. Dirigiéndose al pueblo le dice: "Eternamente veréis a Cristo tal cual es: con él os alegraréis y con él reinaréis". 14 Más que en simbolismos nuestro doctor se atiene aquí al hecho de la Resurrección , atestiguada por los Evan– gelios. Es este hecho el fundamento de nuestra fe en Jesús y la esperanza de vivir junto con él un día eterno que nunca ha de acabar. En el segundo sermón es donde nos hallamos en su cumbre de simbolismo antoniano . Toma por guía de su reflexión este texto de l Eclesiastés, 12, 5 : "Florece e l almendro, está grávida la langosta y pierde su sabor la alcaparra". Los tres seres aquí mentados vienen a ser claros símbolos de perenne verdad. Antonio los contempla sim– bólicamente bajo estos tres aspectos distin- · tos: el alegórico, el moral, el anagógico. He aquí el mensaje esencial de estos símbolos. En el aspecto alegórico Antonio ve sim– bolizada en la temprana flor del almendro la Resurrección de Cristo como "primogé– nito de entre los muertos", según expresión de San Pablo. Porque si el almendro se anticipa a los otros árboles en florecer, Cristo en su Resurrección se ha anticipado al florecimiento general de los justos. En la langosta que engorda siente simbolizada a la Iglesia naciente, quien con la flor de la resurrección dominical se llena de gozo y crece en vigor. En la alcaparra, hierba espi– nosa que se adhiere a la piedra, entiende que es un símbolo de la Sinagoga, la cual se adhiere a la ley escrita en piedra y se muestra de dura cerviz al cumplirla. En el aspecto moral el doctor evangéli– co advierte una doble simbología. Por la primera simboliza en el almendro, la limos– na; en la langosta, la atención al pobre necesitado; en la alcaparra, la extinción de la sensualidad. En el aspecto anagógico, el que mira a la escatología futura, el almendro simboliza la resurrección de los cuerpos; la langosta, la glorificación de las almas; la alcaparra, la destrucción de la muerte. 15 De este modo, con un profundo conteni– do de teología bíblica, San Antonio, de modo ingenuamente asequible al pueblo cristiano propone por este simbolismo de la presencia de Dios en las cosas el grandioso misterio de nuestra fe: la Resurrección de Cristo, preludio de la nuestra. De toda esta simbología saboreamos con preferencia la del almendro. El que en la lengua nativa de Antonio lleve nombre femenino -a amendoeira- aumenta la sugerencia y sim– patía de este árbol simbólico . Con " a amendoe ira", con la que Antonio convivi ó los ingenuos años de su vivir, quiso llevar al pueblo de Dios la última y mejor espe– ranza, la qu'e da alegría a nuestro vivir: la Resurrección de Jesús, que anticipa nuestra resurrección. Qué bien transpira esta espe– ranza el delicado texto que acotamos de la traducción portuguesa de Antonio: ' 1 Advirta– se que a carne do homen floriu no Paradiso antes do pecado, perdeu a flor depois do pecado , mas voltou a florir na Ressurrei9ao de Cristo e florescerá plenamente na ressurrei9ao geral". 16 La profesora M . Cándida Pacheco en su estudio, L'homme comme microcosme ches S. Antaine de Lisboa, subraya la visión unitaria de San Antonio por el vínculo que establece entre toda la realidad cósmica, viendo en el hombre como microcosmos la síntesis de esta unidad que halla su plenitud armónica en el amor infinito. 17 De seguro que este sentido de unidad, de acercamien– to de las cosas entre sí, motivó que Antonio optara por el simbolismo de presencia más que por el simbolismo ascendente. 229
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