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longa el ejemplo de Jesús, quien, para dar a conocer su mensaje del reino, no se sirvió de recónditos conceptos sabios, sino que acudió a los humildes enseres que el pueblo tiene en su entorno: el trigo, la cizaña, y el grano de mostaza. El doctorado de San Antonio se halla en esta línea evangélica. Y se muestra un auténtico doctor en el múlti– ple uso que hace del simbolismo de la encantadora naturaleza que tan mimosa– mente conocía: por los libros doctos que leyó y, más aún, por el delicioso vivir con ella en su dulce país natal de las riberas del Tajo y del Mondego. El investigador antoniano S. Doimi con– cluye su docto estudio sobre la ciencia de la naturaleza en san Antonio con este juicio que hacemos nuestro: "también bajo el as– pecto de las ciencias naturales nuestro San– to merece el título de Doctor Evangélico, por cuanto él supo maravillosamente imitar al divino Maestro, el cual no abría la boca si no es en parábolas, en sus labios florecía muchas veces la semejanza asumida de la naturaleza y dijo a modo de ejemplo y advertencia: "Mirad las aves del cielo ... Pensad en los lirios del campo" . 11 Lo más de destacar en este juicio es que el doctor evangélico supo imitar al divino Maestro en el modo de utilizar la naturaleza, tan cercana al pueblo, para que éste aprendiera, de modo claro, a conocer y a gustar la verdad evangélica. Ampliamente conocía Antonio las Cien– cias Naturales. Sus citas de los libros cien– tíficos de Aristóteles, Plinio, Salino, S. Isidoro muestran la riqueza, ya directa o indirecta, de las fuentes de la época. Tam– bién se ha hecho notar, como ya indicamos, la propia experiencia vivida en su país na– tal. De seguro que también muchos otros han llegado a conocer y a sintonizar con la rica naturaleza. Tal vez, sin embargo, na– die, como Antonio, ha sabido hacer de las cotidianas realidades de la naturaleza lo que leyó en el Evangelio: un signo y un símbolo de la presencia de Dios en torno nuestro. En el Evangelio leyó que Dios alimenta a las aves del cielo y a los lirios del valle. Antonio universaliza esta ense– ñanza de Jesús y hace de toda la creación un gran libro que nos recuerda en todas sus letras la presencia benéfica de Dios entre nosotros . En esto consiste ese peculiar simbolismo de Antonio frente a otros más grandiosamente metafísicos, pero menos insertos en la diaria existencia. El doctor evangélico pensaba ante todo en las inquie– tudes, muchas veces agobiantes, del pueblo fiel. Ejemplos de este simbolismo se dan a granel en los sermones predicables de san Antonio. Por brevedad nos hemos limitado a tres. Son muy característicos y sumamen– te aleccionadores: son doctorales. Simbolismo referente a la usura El primer ejemplo surge con dureza denunciadora desde la preocupación mora– lizante del doctor evangélico. En los usure– ros veía máximos corruptores de la monil cristiana, que tenía que resplandecer en el pueblo de Dios. De aquí su enérgico com– bate contra ellos. De la edición española de las obras de san Antonio -todavía incom– pleta- acotamos una de sus invectivas con– tra los mismos . Los impugna de esta mane– ra: "Considera aquí tres clases de usureros . Los que practican la usura en secreto, como los reptiles que se esconden y van arras– trándose: son innumerables. Hay otros que la practican a las claras, pero no en gran cantidad, para parecer misericordiosos: son los animales pequeños . Otros son pérfidos, desesperados, usureros profesionales, que reciben los beneficios de la usura y la prac– tican a las claras, ante todo el mundo, como en plena plaza pública: son los animales grandes, los más crueles de todos. Pero el cazador, el diablo, los atrapará y los ma– chacará con el martillo de la muerte eterna, si no restituyen lo mal adquirido y hacen luego penitencia. Y para que la puedan hacer andarán, como navíos en medio de ellos, los predicadores de la Iglesia, lanzán- 227

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