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naventura, basándose en el mismo texto paulino. Lo cita reiteradas veces. Por bre– vedad nos limitamos a tres momentos que hallamos en sus obras más maduras. En el Breviloquium contempla al Pri– mer Principio, dotado de poder, sabiduría y bondad. Tan divinas propiedades Dios qui– so reflejarla en las cosas sensibles, para que por ellas el hombre subiera a su considera– ción. Recuerda entonces el texto del Após– tol, que hemos mentado, y se detiene a declarar la producción, el gobierno y el destino final de todos los seres. Formula aquí una metafísica teológica de dependen– cia de este cosmos respecto de Dios frente a la pagana suficiencia del mismo, que tanto repugnaba al gran doctor. 6 En el Itinerarium el simbolismo ascen– sional campea en todas sus páginas. La pequeña obra viene a ser un poema metafí– sico en su honor. Lo adensa en el capítulo II, cuya visión central formula en estos términos: "Todo este mundo tiene entrada en el alma por las puertas de los cinco sentidos ... Y todas estas cosas son vesti– gios en los que podemos especular sobre Dios". 7 Termina el capítulo con esta re– flexión, vinculada al texto paulino que ya conocemos: "De todo se colige que las perfecciones invisibles de Dios, desde la creación del mundo se han hecho visibles intelectualmente por las creaturas de este mundo; tanto que son inexcusables cuantos no quieran considerarlas, ni conocer, ni bendecir, ni amar a Dios en todas ellas" . 8 En las Collationes in Hexaemeron juzga San Buenaventura que la clave de la con– templación se halla en que la inteligencia mire de triple manera al Verbo Increado, por quien todo ha sido producido: al Verbo Encarnado, por quien todo ha sido repara– do; al Verbo Inspirado, de quien viene toda revelación. Al comentar la acción del Ver– bo increado, recuerda el texto de San Pablo que venimos citando. Lo razona desde su filosofía. Alega que por lo sensible pode– mos elevarnos hasta la Divinidad sempiter- 226 na. Ahora bien; dado que Dios es causa de todo y que por su virtud todo ha sido hecho, los seres vienen a ser escala lumino– sa en este simbolismo metafísico. 9 Dentro de estas meditaciones bonaven– turianas nos hallamos en el corazón de la metafísica cristiana. Pero distanciados de las sencillas elevaciones de lo sensible a los suprasensible que hallamos en los escri– tos antonianos. Es que el Doctor evangélico cultivó, más que un simbolismo ascendente un simbolismo de presencia. A decir ver– dad; si nos hemos detenido a exponer el simbolismo metafísico de San Buenaventu– ¡ra, es para mejor sentir el simbolismo antoniano, que ahora entramos a declarar. EL SIMBOLISMO DE PRESENCIA EN ANTONIO DE PADUA Como ya hicimos notar, llamamos simbolismo de presencia al que nos dice cómo es la realidad que se halla ante noso– tros, hasta hacer patente su intimidad, si la tiene. Veíamos una excelsa ejecutoria de este modelo en la deliciosa presencia fami– liar. Después de larga reflexión ante los escritos del santo doctor nos place atesti– guar que éste es el simbolismo que practicó Antonio de modo predominante y paradig– mático. El general de los PP. Dominicos. Humberto de Romanía, dijo de él: "san Antonio dijo que las cosas creadas eran un libro". 10 Tuvo, en verdad, Antonio la intui– ción genial para leer el simbolismo que resuma el gran libro de la naturaleza. Otros le habrán ganado en amplitud de lectura. Tal vez ninguno en hacer gustar al pueblo cristiano las lecciones de este libro para mejor comprender la perenne verdad del Evangelio. Justamente por ello ha sido de– clarado "doctor evangelicus". Alto motivo para este título hallamos en la utilización que hizo Antonio del simbolismo de pre– sencia: Dios, presente en la naturaleza, ha– bla por ésta al alma cristiana. Antonio pro-

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