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dos; allí el cojo salta como un gamo; allí la lengua de los mudos, desatándo– se, proclama rápida y claramente las alabanzas de Dios; allí los miembros deformados por la parálisis recobran sus movimientos normales; allí la gibosidad, la gota, la fiebre, toda clase de dolencias son puestas en fuga mila– grosamente; allí, finalmente, los fieles obtienen todos los beneficios deseados: hombres y mujeres, llegados de diver– sas partes del mundo, consiguen el efec– to saludable objeto de sus plegarias". Esta realidad, que no ha cesado de ser actual en más de siete siglos y medio, inspiró el conocido responsorio de Julián de Spira, compuesto para el oficio rítmico de la fiesta unos tres años después de la canonización: Si quaeris miracula, mors, error, calamitas... El mismo autor de la primera biografía dio, en cierto modo, el sentido teológico de la misión taumatúrgica del santo de Padua en la Iglesia: "La vida de los santos se transmite a la posteridad de los fieles para que, al oír los signos milagrosos obrados por Dios por medio de ellos, sea Dios quien re– ciba gloria s iempre y en todo". No olvidemos que, en el Evangelio, los milagros realizados por Jesús tienen valor de signo: "para que se manifiesten las obras de Dios" (Jn 9,3); son señales de la presen– cia del Reino (Mt 11, 4s). La intercesión taumatúrgica de san An– tonio no comprende solamente las curacio– nes milagrosas cuando fallan los remedios humanos o la liberación de un peligro inmi– nente, sino también ese tejido de pequeñas contingencias que para la persona afectada pueden tener importancia vital: el hallazgo de una cosa perdida, el logro de un puesto de trabajo, el aprobado de un examen, la fortuna de encontrar novio... 202 Como en toda manifestación de la reli– giosidad popular, por una parte hay que tener una actitud de benévolo respeto por muy inficionada que esté de errores por ignorancia, de supersticiones o de resabios de magia; pero, por otra parte, una recta acción pastoral deberá preocuparse de de– purar la devoción sin eliminarla, elevando a los fieles a la causa de todo beneficio gran– de o pequeño: es el poder y el amor de Dios el origen de todo bien, sea que lo realice por los medios normales o por los que llamamos prodigiosos. EL ANTONIO DE LA HISTORIA No es que la imagen taumatúrgica de nuestro santo no sea histórica. P-ero esa que podemos llamar "misión eclesial" suya pe– culiar carecería de explicación si no hallara justificación, por decirlo así, en la dimen– sión excepcional de la santidad que venera– ron en él sus contemporáneos, y en la talla, también excepcional, de su personalidad humana. Es éste el san Antonio que la masa de sus devotos generalmente desconoce y que hoy estamos en condiciones de profun– dizar, gracias al interés que ha despertado su figura desde hace tiempo entre los estu– diosos. Hoy son conocidas críticamente las fuentes antonianas, se han estudiado las varias etapas de su vida, los diversos aspec– tos de su formación teológica, de su espiri– tualidad, de su predicación, de su influjo religioso y social, no obstante la brevedad de su labor evangelizadora. Una adecuada pastoral, que vaya más allá de los usados formularios de las novenas y del acostum– brado panegírico, haría bien en aproximar el santo de la devoción al santo de la imi– tación. Veamos algunos rasgos más carac– terísticos: Maestro por Coimbra Fernando Martins hizo sus primeros es– tudios en la escuela episcopal aneja a la catedral de Lisboa. Con 15 años cumplidos
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