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la vehemencia profética con que arremetía contra la prepotencia, la opresión y la vio– lencia, contra todos los delitos sociales del tiempo. Nadie escapa a la libertad evangé– lica con que denuncia a príncipes, señores feudales, prelados de la Iglesia, dueños burgueses, usureros sin entrañas, magistra– dos, abogados. Todos son citados ante el tribunal del Dios justo y recto, el cual "no hace discriminación de personas", como repite muchas veces. Ante una sociedad estructurada según la desigualdad de la pi– rámide feudal -príncipes, nobles, plebeyos, campesinos- él proclama la igualdad entre los hombres: "Todos los fieles son reyes, por ser miembros del Rey supremo... Cualquier hombre es príncipe, teniendo por pala– cio la propia conciencia". Alza la voz contra los nobles que "des– pojan a los pobres de sus bienes insignifi– cantes y necesarios, a título de que son sus vasallos". Y contra los prelados y grandes del mundo, los cuales, "después de haber hecho esperar a los necesitados a la puerta de sus palacios, implorando una limosna, una vez que ellos se han saciado opípa– ramente, les hacen distribuir algunos resi– duos de su mesa y el agua de fregar". Se muestra particularmente duro con los ricos avaros y con los usureros, "paja– rracos rapaces", "las siete plagas de Egip– to", "reptiles al acecho", "árboles infruc– tuosos, que chupan la tierra", "posesión del demonio", "sordos que tienen los oídos taponados por el dinero", "gentuza maldita que infesta la tierra", "raza de hombres cuyos dientes son armas; roban y despojan a los pobres indefensos que no pueden re– sistirles con la violencia". La emprende con tinterillos y abogados: "idumeos, sanguijuelas que chupan la san– gre de los pobres". "Como los que trabajan en la lana, cardan y tejen sutilezas y argu– cias" para engarbullar a sus clientes. No calla los vicios de los pobres, pero trata de excusarlos. Denuncia la marginación a que se hallan relegados , "alejados por medio de estacadas de palos afilados y de espinos, que significan los aguijones, los dolores y las enfermedades que tienen que soportar". Y hace oír su grito de profeta: "¡Ay de los que poseen depósitos llenos de vino y de grano y dos o tres pares de vestidos, mientras los pobres de Cristo imploran a sus puertas con el estómago vacío y con los miembros desnudos, a los cuales si se les da alguna cosa, es muy poco y no de las cosas mejores, sino todo de desecho!" "¡Llegará, llegará la hora en que ellos implorarán de pie, fuera de la puerta: Señor, Señor, ábrenos!, y oirán lo que no quisieran oír: ¡En verdad, en verdad os digo, no os conozco!" Defiende el principio cristiano de la función social de la propiedad, en virtud del cual los bienes que no son necesarios al rico para las exigencias fundamentales de la vida, pertenecen al pobre que se halla en necesidad. 6 Un buen conocedor de los escritos del santo ha hecho notar que, mientras son constantes las invectivas contra los delitos de orden social, no se halla mención del pecado sexual. Pero se sabe que, como efecto de su predicación, muchos libertinos de ese desorden se convertían. La Legenda Assidua resume en esta forma el éxito de la última campaña de Antonio en Padua: "Devolvía la paz fraterna a los desuni– dos, la libertad a los detenidos; hacía restituir lo que había sido robado con la usura o la violencia. Llegó a tanto que, hipotecando casas y tierras, se ponía el precio a los pies del santo y, con el consejo de él, se restituía a los perjudicados cuanto les había sido qui– tado por las buenas o por las malas. Libraba a las prostitutas del torpe mer– cado. Lograba que ladrones famosos por sus fechorías se abstuvieran de meter mano a los bienes ajenos". 207
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