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Carlos Bazarra, OFM. Cap. Este será el tema de la presente reflexión. Consideramos que una formación para la Vida Religiosa será verdaderamente humana y cris– tiana si se garantiza la condición de sujeto de cada formando y en cada una de las etapas de formación inicial. Desde hace algunos años todas las "Ratio institutionis", los estatutos de formación, los reglamentos, reconocen en teo– ría esta realidad de sujeto, pero en la práctica muchas veces la siguen ignorando. ¿Qué sig– nifica "ser sujeto de la propia formación"? ¿Qué consecuencias se derivan para la misma formación? Es lo que pretendemos dilucidar en estas páginas. l. Fundamentación antropológica y evan– gélica Todo ser humano es persona, única, irre– petible. Está llamada a lograr un desarrollo armónico e integral, y alcanzar una plena madurez según su vocación. Este proceso es intrínseco, como se deduce de la misma defi– nición de "educación" ("educere", sacar de dentro). Puede servirnos el símil de un árbol fru– tal. Cuando yo planto en mi huerto un arbo– lito, podré regarlo, abonarlo, pero nunca po– dré asumir su proceso interno. Eso le incum– be solamente a él. Ni podré pretender que si es un naranjo, me dé manzanas. Tengo que respetar su naturaleza, su vocación a dar na– ranjas. Tampoco podré resolver el problema del fruto, yendo al mercado, comprando du– raznos, y colgándoselos en sus ramas. Sería algo postizo y arbitrario. No, el árbol debe dar por sí mismo el fruto que lleva dentro. Aplicando esta comparación a toda perso– na humana, podremos comprender qué signi– fica ser sujeto de su propia formación. Y qué significa una educación personalizada "que se apoya en la consideración del ser humano 6 NOTAS Y TESTIMONIOS CUADERNO$ FRANCISCANOS ENERO/MARZO 1997 Nº 117 como persona y no simplemente como un organi smo que reacciona ante los estímulos del medio, sino principalmente como un ser escudriñador y activo que explora y cambia el mundo que le rodea". 3 Es obvio que frente a una persona sujeto, el formador ha de saber relativizar su papel, que no podrá suplir la tarea del formando. El educador debe comprender que se trata de algo más que transmitir conocimientos. Su función es mostrar "un mundo a conocer, a transformar, a compartir y a trascender". 4 Es lo que se ha venido afirmando según la peda– gogía de Paulo Freire: "Nadie se educa solo, nadie educa a nadie, todos nos educamos juntos". 5 Javier Garrido explica qué no es persona– lizar. Entre otras cosas aclara: La personaliza– ción no consiste en internalizar roles ni basta asimilar ideales. "La Institución suele olvidar que la vocación no está bien fundamentada cuando arranca, primordialmente, del deseo, sino cuando se apoya en la obediencia de fe". 6 Los rasgos positivos de la personaliza– ción serían la autenticidad de talante existencial, dando primacía al proceso y no a un idealismo que mantiene a las personas en la adolescencia, a una autonomía que nos enseñe a ser libres, y a un discernimiento como actitud permanente. Llega a escribir Garrido: "Hay que cambiar radicalmente el 3 GARCIA HOZ, V . Educ ac ión personalizada. Madrid: Miñón, 1977, pág. 22. 4 BOLZAN, J.E. ¿Qué es la educación? Buenos Aires: Guadalupe, 1977, pág. 23. 5 Léase en esta línea el libro de EVELY, L. Educar educándose. Salamanca: Sígueme, 1980. 6 GARRIDO, J. Educación y personalización. Ma– drid: Publicaciones Clareti anas, 1990, pp. 26-30.

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