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El formador es un testigo de su experien– cia de misericordia por parte de Dios. Si olvida la misericordia, para inclinarse a favor de la ley o de la tradición, será un antitestimonio. Ya no será formador sino deformador, y todo por mantenerse y aferrarse al esquema auto– ritario, y no superar la concepción dicotómica de sabios e ignorantes 12 . La CLAR en su documento está refirién– dose constantemente a la misión del formador en perspectiva evangélica: "El formador es el acompañante que crece junto con el forman– do, en interacción ampliada en una comuni– dad que asume el proceso y el medio eclesial y social que completan la comunidad forma– dora total" (n. 53) . "Para este seguimiento de Jesús, el formador acompaña al formando a reconocer las semillas del Verbo en su vida, su cultura, su pueblo, su familia. La gracia ac– túa en esa historia, que es historia de salva– ción. Descubrir y superar los obstáculos de orden cultural, afectivo y religioso, para que esas semillas se desarrollen y se manifiesten en orden a una dedicación más plena a la mi– sión evangelizadora... " (nn. 196, 197 y 198). "Van surgiendo equipos de formadores para el acompañamiento" (n. 282). "Se va asumiendo una formación personalizada partiendo de los valores propios en la situación familiar y so– cial, mediante un acompañamiento persona– lizado, en actitud de diálogo" (n. 283). "Para todo esto es importante lograr formadores con capacidad de animación como guías espiritua– les y compañeros de camino, junto con actitu– des fraternas, mayor corresponsabilidad y par– ticipación -diálogo, escucha, apertura- que lleva a una vida diaria compartida entre to– dos los miembros de la comunidad y al mismo nivel..." (n. 295). ¿Es esto desvalorizar a los formadores? En modo alguno, sino precisamente el camino de la auténtica eficacia: "conviene que yo dis– minuya para que él crezca" (Jn 3, 30). V. LOS POBRES (=EL PUEBLO) FORMAN A LOS RELIGIOSOS De todo lo dicho podríamos concluir que el verdadero formador no es el que sabe, sino el que vive el evangelio; no es el que induce autoritariamente unos modelos, sino el que contagia y estimula desde la vida; no el que corrige con leyes y penas, sino con el testi– monio vivo. En consecuencia, el concepto de formador debe ser ampliado: de la persona 52 sabia doctrinalmente, a la persona cercana afectiva y vivencialmente. Aquí está la función insustituible del pueblo pobre. Los pobres nos evangelizan 1 3 . Los pobres son el potencial evangelizador, que dice Pue– bla 14. Si evangelizar es formar, no podemos prescindir del pueblo con el falso pretexto de formar mejor a los religiosos. Si queremos buenos religiosos, fieles al Evangelio, hemos de acercarlos lo más posible al pueblo pobre. Los pobres, sin doctrinas profundamente ela– boradas, pero con la profundidad que les dan su experiencia, sus luchas, su marginación, son una viva escuela de "sabiduría" y de Evan– gelio. Sólo los pobres son capaces de vivir una esperanza transformadora del mundo. Sólo ellos son capaces de compartir. Por eso son pobres, porque o son despojados injustamente, o porque lo que tienen lo comparten con los otros pobres. "Rico", conceptualmente es el que despoja o se niega a compartir. La pobre– za no es una ideología, sino una triste reali– dad. Y también tenemos que afirmar, sin idea– lización posible, que los pobres son pecado– res. Un motivo más para acercarnos y solida– rizarnos. Esa era la práctica de Jesús. "Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: 'Este acoge a los pe– cadores y come con ellos" (Le 15, 1-2) . Tal vez los pobres no sepan leer ni escri– bir. Pero de hecho están narrando con su vida un quinto evangelio para nuestro siglo, de es– peranza en Dios que viene del futuro más que del pasado 15 . Es la apertura que entra en la definición histórica de Dios desde el mismo Exodo: "Yo soy el que seré" (Ex 3, 14). Es la definición de su santidad que no sólo es trans– cendencia, sino además inmanencia, cercanía. Jesús es la cercanía de Dios, y los religiosos debemos ser la cercanía de Cristo en medio del pueblo pobre. Ellos nos enseñan una san– tidad desde la vida, una fe profunda, la ora– ción existencial, la caridad que es solidaridad y una esperanza que no se deja vencer por las adversidades 16. El documento de la CLAR no encierra ninguna ambigüedad en este aspecto: "Se des– cubre el papel protagonista del pueblo como un dinamizador del proceso formativo y como lugar donde se realiza la formación y donde se manifiesta el Espíritu, animador de este proceso" (n. 26). "La formación ha de reali– zarse en contacto con la vida del pueblo po– bre para no desarraigar, desclasar y descultu-

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