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eirá nuevas manifestaciones de evangelio, siempre antiguo y siempre nuevo. Si la formación ha de ser evangelio, en- tonces se impone un nuevo estilo de forma– ción a la vida religiosa. Aquí comienzan los temores y resistencias de muchos formadores , que demuestran la dicotomía en que se mue– ven, diferenciando evangelio y formación. Aceptan -lo dice el Papa y basta- una nueva evangelización. Pero ¿cómo renunciar a los métodos tradicionales de la Congregación en la formación de sus jóvenes? Allá los predi– cadores y agentes de pastoral de cara al mun– do vean cómo forjar la nueva evangelización. Dentro de los muros del convento, las inno– vaciones son una temeridad, y el carisma exige una fidelidad a un método y a unas manifes– taciones que no tienen por qué cambiar. Se podrán dar retoques, reformas, pero ninguna renovación. No es preciso ser un especialista en caris– mas congregacionales concretos, para afirmar que ningún carisma puede estar por encima del Evangelio. El carisma no es un apéndice, un añadido, sino una concreción de evangelio. Dentro del evangelio, no fuera . Y debe correr la misma suerte que el Evangelio. El Papa en su encíclica sobre María, ha– bla de un itinerario de fe. El itinerario es una clara alusión al método. "Un gran proceso his– tórico, y por así decir, en un camino. La pe– regrinación de la fe indica la historia inte– rior"5. El tener que ponerse en camino, pere– grinar, es un riesgo que muchos no aceptan. Estamos instalados y no queremos cambiar. Pero el Evangelio es una desafiante invitación a convertirnos (cf. Me 1, 15). No es el Evange– lio - tampoco la formación- inmovilismo. Es vida. Y cuando nos ponemos en camino, como Abraham, o como María, entonces "la fe ad– quiere una nueva conciencia y una nueva ex– presión"6. La nueva conciencia de la fe cris– taliza en nuevas expresiones, nuevos compro– misos, nueva liturgia. Es la nueva evangeliza– ción que se va a reflejar, inmediatamente, en un nuevo proyecto formativo. Es como una relación dialéctica entre lo antiguo y lo nuevo. "Todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los cielos es se– mejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo" (Mt 13, 52). Juan el Evangelista juega con las palabras: "No os es– cribo un mandamiento nuevo , sino el manda– miento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la Palabra que habéis escuchado. Y sin embargo os escribo un mandamiento nuevo -16 cual es verdadero en él y en vosotros" (1 Jn 2, 7-8). El documento de la CLAR en un momen– to determinado nos evoca esta tensión antiguo– nuevo: "Esta novedad, que asume para sí el religioso, tampoco es una novedad" (n. 182). ¿Qué se quiere decir con todo esto? La nove– dad del Evangelio es recuperar el carácter original de Jesucristo, enturbiado por adhe– rencias y tradiciones en el correr del tiempo. Los métodos de formación últimamente quizás se habían alejado del evangelio. Por eso se impone una vuelta a los orígenes 7 • La nueva evangelización no es una des– viación del evangelio, sino el rescate de su autenticidad. Influencias extrañas son un pe– ligro permanente de mixtificación, al que to– dos estamos expuestos, y se requiere una ac– titud de discernimiento, de conversión, de vol– ver a empezar. El motivo de los 500 años de predicación de la Buena Nueva es una opor– tunidad de revisión y no debemos desperdi – ciarla. Todo esto incide en la nueva formación para la vida religiosa. "La formación para la nueva evangelización nos presenta nuevos desafíos, que van apareciendo al caminar" (n. 1). "Nuestra misión nos urge a participar en el gran proyecto de la Iglesia latinoamericana: la nueva evangelización; y por tanto a buscar un nuevo estilo de formación" (n. 11). "La in– culturación supone una nueva formación" (n. 121), "es exigencia para la nueva evangeliza– ción" (n. 137). "Se va dando una liturgia más inculturada que es fuente de evangelización y de identidad cristianas" (n. 119). ¿Algún rasgo característico de la nueva evangelización-formación nueva? m. EL FORMANDO, COMO SUJETO Una de las deformaciones más frecuentes en la historia religiosa de la humanidad ha si– do la de clasificar a la gente en dos categorías: la de los que saben y la de los ignorantes. Desde este presupuesto, la tarea fundamental era de carácter vertical e impositivo. El pre– dominio lo acaparaban los sabios. Los igno– rantes, o se dejaban conducir pasivamente por los sabios, o de lo contrario estaban irre– misiblemente perdidos. Contra esta deforma– ción, que crea subordinaciones, Dios se rebela y asume una actitud contraria. Jesús toma pie 49

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