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Esta es también la explicación que dará un autor franciscanista del siglo XIII. Hace hablar en primera persona a Dama Pobreza: "Estuve una temporada en el paraíso de mi Dios, donde el hombre andaba desnudo ... des– pués del pecado, el Señor lo expulsó del pa– raíso de delicia. Dicho juicio era justo, pero también misericordioso. Y para que volviera a la tierra de la que había sido sacado, pro– nunció sobre él -muy suavizada- la senten– cia de maldición... Me alejé por completo de él, ya que su única aspiración consistía en multiplicar trabajos para hacerse rico. Desde entonces no he hallado dónde posar mi pie... Busqué descanso y no lo encontré, estando como estaba a la puerta del paraíso un que– rubín que blandía flameante espada hasta que descendiera el Altísimo, el cual tuvo la sin– gular dignación de requerirme" 25 . Pobreza y Paraíso son la clave del Evan– gelio y la gran intuición de Francisco. Sola– mente- los pobres podrán entrar en el Paraíso, en el Reino de Dios: "Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios" (Le 6, 20). 3.3 Contemplación y transformación El mundo para Francisco es don y es ta– rea. Captarlo como don (contemplación) y re– novarlo creativamente (acción) es fruto, desde la vertiente humana, de la altísima pobreza. Explica San Buenaventura: "La contempla– ción sólo puede darse en la simplicidad su– ma, y la suma simplicidad sólo puede reali– zarse en la pobreza suma, que es a lo que as– pira esta Orden religiosa. El bienaventurado Francisco aspiraba a la pobreza suma" 26 . Igualmente por lo que se refiere a la trans– formación social, Francisco no buscaba cual– quier eficacia, sino precisamente la de la po– breza. Porque si el mundo ha dejado de ser Paraíso, se debe a la apropiación. Volverá a ser Paraíso por la desapropiación, esto es, por la solidaridad del compartir, por la pobreza voluntaria. Cuando el Obispo de Asís le dijo que le parecía dura su forma de vida, por no poseer ni tener nada en el mundo, le contes– tó el Santo: "Si tuviésemos algunas propieda– des, necesitaríamos también armas para de– fenderlas. Pues son ellas motivo de sinfín de querellas y pleito$, que suelen estorbar el amor de Dios y del ·prójimo. Esta es la razón por la cual no queremos poseer ningún bien ma– terial en este mundo" 2 7. Como ejemplos paradigmáticos de esta doble dimensión de la actitud de Francisco frente a las creaturas, podríamos citar como contemplación el Cántico de las creaturas 28 y como transformación el caso del lobo de Gubbio 29 , aunque en ambos ejemplos, como en toda la vida del Poverello, se entremezclan de alguna manera las dos dimensiones. 3.4 Contemplación activa El Cántico nos descubre que la contem– plación de Francisco no se reducía a las igle– sias. "Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas". La enumeración de éstas es bastan– te completa, según la cosmología de su tiem– po: los cuatro elementos (aire, agua, tierra y fuego) y los seres que los pueblan (sol, luna, estrellas). Pasando al mundo de los hombres, se insinúa no sólo la contemplación sino la transformación, puesto que hay una exhorta– ción implícita a sufrir en paz y a perdonar. Se cierra con la alabanza a la hermana muer– te, sorprendente integración de lo negativo. La muerte corporal no logra eclipsar para el crucificado del Alverna, la gracia de la vida: "la muerte segunda no les hará mal" 3 º. Sería alargarnos innecesariamente enu– merando las escenas en las que Francisco apa– rece alabando y agradeciendo todas las criatu– ras que Dios Creador nos ha dado como her– manas: las aves, los peces, los corderillos, los gusanos, las abejas, las cigarras, las mieses, las selvas, las viñas, las flores, hasta las piedras. El epíteto de "hermanas" es resultado de su contemplación: las ve brotando del acto crea– dor divino. "A todas las criaturas las llamaba hermanas, como quien había llegado a la glo– riosa libertad de los hijos de Dios y con la agudeza de su corazón penetraba, de modo eminente y desconocido a los demás, los se– cretos de las criaturas" 31 . "¿Quién será capaz de narrar de cuánta dulzllra gozaba al contemplar en las creatu– ras la sabiduría del Creador, su poder y su bondad? En verdad, esta consideración le lle– naba muchísimas veces de admirable e inefa– ble gozo viendo el sol, mirando la luna y con– templando las estrellas y el firmamento. iOh piedad simple! iOh simplícísima piedad!" 32 . "Se valía del mundo, en cuanto a Dios, como de espejo lucidísimo de su bondad. En una obra cualquiera canta al Artífice de todas; cuanto descubre en las hechuras, lo refiere al Hacedor. Se goza en todas las obras de las 77
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