BCCCAP00000000000000000001556

ti se bendecirán todos los linajes de la tierra" (Gén 12, 2-3) . Pero antes se han tenido que masticar con lágrimas una serie de maldiciones como con– secuencia del pecado. A la serpiente: "Maldita entre todas las bestias" (Gén 3, 14). "Maldito sea el suelo por tu causa" (Gén 3, 17). A Caín: "Maldito seas lejos de este suelo" (Gén 4, 11). "Por causa del suelo que maidijo Yavéh" (Gén 5, 29). "Maldito sea Canaán (Gén 9, 25). A una tierra llena de violencias (Gén 6, 11 y 13) y exterminada por las aguas torren - ciales, seguirá la bendición del arco iris (Gén 9, 13) como fin de las lluvias devastadoras. Bendición y maldición se van a reflejar en la narración de los orígenes. Porque la vida es objeto de bendición. Pero a la vida ha pre– cedido el llamado de Dios. Desde el signo de muerte que fue la esclavitud de Egipto, Dios los llama a ponerse en camino, en seguimien– to del inismo Yavéh. Es la cultura nómada, el peregrinar por el desierto. Después alcanzarán la tierra prometida, la cultura sedentaria, la bendición. Sin embargo, no debemos precipitarnos a separar vocación y bendición, historia y vi– da. En la Biblia coexisten llamada y bendi– ción. El culto celebra los acontecimientos his– tóricos salvadores, pero va en busca de la ben– dición3. 1.3 Hombre y naturaleza La narración yavista describe al mundo sin el hombre como un erial. "No había arbus– to ni hierba... " (Gén 2, 5). La razón de esta sequedad: "Ni Dios había hecho llover, ni ha– bía hombre que labrara el suelo" (Gén 2, 5). ¿Es la experiencia del pueblo caminando 40 años por el desierto? ¿Es el caos y la confu– sión de que habla el documento sacerdotal en Gén 1, 2? 4_ El desierto es un paradigma bíblico. El problema de la sed es relevante: "Caminando tres días por el desierto sin encontrar agua... El pueblo protestó contra Moisés diciendo: ¿Qué bebemos?" (Ex 15, 22-24). "¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed?" (Ex 17, 3). El hombre se forja así, en la sequedad; se va curtiendo en el desierto. El hombre, dice el yavista, es creado del polvo de la tierra (Gén 2, 7). El hombre surge del desierto. Y a su vez, con la lluvia de Dios, el hombre transformará el desierto en un jardín. Brota la vida (el árbol de la vida) y la inteligencia (el árbol de la •ciencia) (Gén 2, 9). La vida se humaniza. Del paradigma del desierto se llega al para– digma del Edén. Dios y el hombre, en armo– nía, han realizado el milagro. Pero el yavista, cuando escribe, es testigo de los jardines cerrados, de árboles frutales y animales domesticados, que pertenecían a los reyes y a sus magnates, que se creían dio– ses5. Era el egoísmo, la soberbia, la apropia– ción indebida, que en la institución de la mo– narquía había previsto el profeta: "Tomará los campos de ustedes, sus viñas, sus mejores olivares... sus mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él... Ese día se lamentarán ustedes a causa del rey que se han elegido" (1 Sam 8, 14-18). Viene el primer juicio negativo en la crea– ción: "No es bueno que el hombre esté solo" (Gén 2, 18). Es el hombre que se aísla, que rehúye la comunicación, que se encierra. El hombre es un ser abierto, social. Dándose a los demás, se encuentra a sí mismo. El desfile de animales ante el hombre es ambivalente. Debe comenzar por reconocer– los, respetarlos. Es lo que significa ponerles nombre (Gén 2, 20). En algún modo los dig– nifica. Pero al mismo tiempo debe cuidar el hombre de no animalizarse, degradándose. El hombre debe reconocerse hombre, y descubrir que el animal "no es una ayuda adecuada" (Gén 2, 20). La mujer sí. Igualdad fundamen– tal del hombre y la mujer. Nada de qué aver– gonzarse (Gén 2, 25). Hasta aquí la narración de una historia de vida humanizadora, del desierto al vergel, del hombre solitario al hombre solidario. La bendición original es la armonía de la crea– ción. En seguida, la maldición, el absurdo del pecado. 1.4 El pecado deshumanizador Sin adentrarnos en toda la narración ya– vista, los capítulos 3 y 4 del Génesis ofrecen lo nuclear del pecado. Se ha formado un círcu- ·10 familiar entre Dios, el varón y la mujer, y el animal. Con su jerarquía patente. Dios Creador, por encima. En medio, hombre y mujer en igualdad solidaria. Debajo, el ani – mal amistoso. Por insinuación de la serpiente, el hom– bre quiere ser Dios (Gén 3, 5) . En el fondo, de lo que se trata es de renegar su condición 73

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz