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La idea que aún hoy flota en el ambiente sobre la ociosidad del religioso no es cierta: los religiosos trabajan mayoritariamente en jornadas duras de enseñanza, enfermos, pa– rroquias, obras sociales, obras internas con– ventuales, etc. Pero ¿no hay unos hechos que delatan la falta de co ncientización de muchos religiosos que, sin compromisos ciudadanos, sin familia, sin necesidades económicas ni obligaciones fiscales ciudadanas, sin sujeción de horarios, prisas de relojes ... , vegetan en la inactividad desocupacional...? 5. La insolidaridad (individualismos, personalismos, apetencias) La pobreza religiosa es la piedra mágica que produce el gran milagro de la solidari– dad: vida en común, trabajo en común ... , co– mo los primeros franciscanos, como los pri– meros cristianos... El "yo" existencial, con su sequela de do– minio, autopode r, autosuficiencia, mayor ex– periencia y ciencia, etc., produce grandes des– perfectos funcionales en la vida religiosa. Has– ta el punto de ser una constante cuña del es– píritu y causa de tantas crisis de fraternidad. Los personalismos de supervalorar el pro– pio trabajo, los éxitos personales, incluso la remuneración personal, son causas graves de desviacionismo fraterno. Lo mismo las apeten– cias, pretensiones y vindicaciones de derechos personales o deseos de autocomplacencia. Pretensión y no parca es la de quienes, dotados del carisma, buscan ser servidos y no servir: "los que han sido constituidos sobre otros, gloríense de tal prelacía tanto como si estuviesen encargados del oficio de lavar los pies a Los hennanos" (San Francisco, Ad., 4- FF 152). Hay un gran peligro hoy que es el de la "dictadura de mayorías": al socaire de la fraternidad democrática de los hermanos, en– caramarse para ser superiores: "NINGUNO SEA LLAMADO PRIOR, sino que todos se llamen simplemente hennanos menores. Y el uno lave los pies al otro" (Rnb., VI-FF 23). El Concilio también ha dicho: "Los supe– riores ejerzan su autoridad con espíritu de ser– vicio a los hermanos" (Perc. Car. n. 14). Formas específicas de lesionar la solida– ridad fraterna por quienes sienten el carisma del servicio a los hernrnnos son las innecesa– rias singularidades y exenciones por función del cargo, las adulaciones y regalos por re– presentación a la fraternidad, los privilegios prácticos al ser depositarios de facultades y licencias, las facilidades y uso de medios eco– nómicos para los problemas de la fraternidad. Finalmente, que no quede en sordina el hecho insolidario de la falta de disponibili– dad y aun de resistencia práctica ejercida por los que son llamados al gobierno fraterno de conventos, provincias, etc. Es un caso en el que se alían los dos factores de afán de como– didad y del rechazo egocéntrico de molestias que todo compromiso de servicio trae consi– go. La palabra "conciencia" -dice el Superior General de Conventuales- parece con harta frecuencia un pretexto manido que pretende cortar toda posibilidad de diálogo. Una vez más, se olvida la actitud inmola– toria de Jesús: "si es posible pase de mí esta copa. Sin embargo, que no se cumpla lo que yo quiero, sino lo que tú quieres" (Mt 26, 39). 409
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