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130 mar al hombre concreto en marcha hacia su estatura humana y cristiana, y no una criatura "in vitro". Los cinco efes sobre los que Matura entiende que debe ser edificada la estructura del hombre evangélico franciscano son: llegar a ser hombres, convertirse al Evangelio, desear só– lo a Dios, amar a los hermanos, dar testimonio con la vida y la palabra. Algo tan obvio que podría darse por supuesto, y así edificar sobre arena. El hermano laico Jean Fram;ois Godet, historiador y filó– logo, en "¿Clérigos o laicos: una buena pregunta?", va al fon– do de la cuestión: el problema no es si somos sacerdotes o laicos, sino si estamos viviendo unos y otros la forma evangé– lica que nos legara Francisco; el hecho de que la Orden siga orientada preferentemente hacia la actividad clerical confirma que el problema está más allá de la distinción entre clérigos y laicos. Seremos iguales en la medida en que seamos herma– nos, desapegados de todo poder, humildes, servidores los unos de los otros, desarrollando tareas simples y comunes a todos los pequeños. Jerónimo Bórmida prosigue su maduro y medular discurso sobre "Identidad: realidad y utopía", con tres nuevos capítu– los, que completará en diciembre con dos más y una con– clusión. Cualquiera que lo haya seguido hasta aquí, no podrá menos de concluir con el autor: "Sabemos lo que somos, y lo que tenemos que ser". Lo que ya es bastante. Camilo E. Luquin, ofm cap.
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