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La conversión de Francisco, más allá de las preocupacio– nes moralizantes de los biógrafos primitivos, se da como una experiencia de encuentro. Como él mismo lo afirma en su Tes– tamento, Dios le sale al paso de su propia desmesura vital, su excentricidad y su gana de ser distinto, invitándolo, no a negarse, sino a afirmarse a sí mismo, no a huir del mundo, sino a descender hasta sus raíces, allí donde el hombre se enfrenta desnudo consigo mismo. Su conversión no es el resultado de una crisis moral, un desencanto o una frustración , sino de un progresivo descubri– miento de la verdad sobre sí mismo, su propia realidad des– centrada, las contradicciones de su propia clase social y la realidad lacerante del otro que le revela el rostro de Dios y su Cristo hasta el deslumbramiento. Raúl Manselli, que ya nos entregó en su SAN FRANCES– CO una lectura renovadora de su proceso de conversión, in– siste en el trabajo que ahora ofrecemos: "San Francisco: de la pasión del hombre a la pasión de Cristo", en que aquella no fue una "fuga mundi" o un salto en el vacío, sino un aconte– cimiento personal y vital que comprometió paso a paso su propia capacidad de decisión, y le fue revelando la profundi– dad del sufrimiento humano y el mundo de los marginados, los verdaderamente "menores " de su tiempo. De David Flood, que se cuenta entre los franciscanistas actuales más renovadores, ofrecemos un anticipo: "La Eucaris – tía en la vida franciscana primitiva". El sorprendente lugar que ocupa la Eucaristía en los escritos de san Francisco y en el proyecto de vida primitivo sólo se explica si se la entiende co– mo el gozne sobre el que gira la vida del grupo, y el signo de una realidad anticipada, la del Reino que ya es, pero todavía no, y el "rito de paso" de un modo caracterizado como "regio dissimilitudinis" a un mundo que "a nadie niegue su condi– ción humana". Tal vez estemos llegando, a través de un largo, matizado y rico discurso teórico, al momento de la recapitulación y la síntesis. Esto parece ahora especialmente importante en rela– ción con la actividad formativa, no solamente inicial sino tam– bién permanente, que, de acuerdo a una experiencia ya sufi– ciente reclama una claridad de propósitos que podría ser en– turbiada por la inflación de textos y declaraciones programá– ticas. Lo que se trata de formar es hombres antes que religio– sos, cristianos antes que franciscanos, hermanos menores an– tes que clérigos. Es decir, hombres evangélicos. Tadeo Matura, en su excelente aporte:. "La formación fran– ciscana hoy: va lores centrales y temas de actualidad", previe– ne contra el peligro de que los árboles no nos dejen ver el bos– que, y perdamos de vis ta lo que verdaderamente importa: far- 129
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