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ciego y lo envió a lavarse a la piscina de Si– loé. El ciego recobró la vista. En todas estas curaciones, los enfermos tenían vida. El clímax llega con el caso de Lá– zaro (Jn 11,1-44). El amigo de Jesús ha muer– to, ha sido enterrado y ya huele mal. Pero to– das estas dificultades no impiden que Lázaro vuelva a vivir. Dos de estos milagros fueron para facili– tar comida y bebida. Pan y vino, alimento y símbolo de la comunión fraterna. Los otros se realizaron en favor del hombre, para que viva. "Yo he venido para que tengan vida, y la ten– gan en abundancia" (Jn 10,10). Un joven en– fermo, un paralítico desde hace 38 años, un ciego de nacimi ento, un muerto de 4 días. Pero nos falta por llegar al vértice. Va a morir el autor de estos milagros. Ahora sí que parece lógico abandonar toda esperanza. "No– sotros esperábamos que sería él el que iba a liberar a Israel, pero llevamos ya tres días des– de que esto pasó" (Le 24,21) . Se diría que Dios elimina todas las posi– bilidades humanas, para dar lugar a la espe– ranza, para que el hombre se convenza de que la salvación la debe esperar sólo del Pa– dre. Y esta es una idea constante en toda la Biblia. Abrahán, de cien años y con una mu– jer estéril, tenía que pensar que conseguir des– cendencia era un imposible. El, empero, "es – perando contra toda esperanza, creyó" (Rm 4, 18). San Pablo concluye: "Nos gloriamos has– ta en las tribulaciones, sabiendo que la tri– bulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla" (Rm 5,3-4) . "En la cruz y en la resurrección de Jesús se han roto las fronteras de este mundo y se ha abierto un horizonte universal de salva– ción. No es que Dios comunique una verdad, sino que se comunica a sí mismo como la sal– vación y el futuro de los hombres y de su mun– do. Por eso la esperanza es una manera de fe , y también una fuerza para resistir la oscuridad del desierto. La esperanza espera en el único futuro de todo el orden natural y sobrenatu– ral. Preserva a la Iglesia de seguir conservan– do, mediante puras ideologías, el actual estado de cosas y de imponer el evangelio con me– dios de poder humano" 12 . "El Reino se encuentra allí donde no hay demostración de poder, sino comunión con Dios. Puede compartirse la alegría de Dios en medio de la más fuerte decepción. Si la espe– ranza de Jesús se hubiera fundado en una esti- 72 mación de la evolución de las sociedades, en una mejora de las relaciones entre los hom– bres, se habría quedado en un optimismo a falta de comprobación. Pero nunca fue nada de todo esto, y éste es el motivo de que pudie– ra arriesgarlo todo para que la comunión eter– na de Dios fuera compartida también por los hombres" 1 3. Jesús manifestó claramente cuál era su mi– sión: "El Espíritu del Señor sobre mí... me.ha enviado a proclamar la liberación a los cauti– vos, para dar libertad a los oprimidos" (Le 4, 18-19). "El Hijo del hombre ha venido a bus– car y salvar lo que estaba perdido" (Le 19, 10). En esto, Cristo se muestra reiterativo: "Es– ta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado" (Jn 6,39). Y así lo constató la última noche de su vida: "De lo que me has dado, no he perdido a ninguno" (Jn. 18,9) . En esta tarea de buscar a los desapareci– dos nos sentimos seguidores de la obra de Je– sús. No comprendemos que el torturar, matar y destruir, pueda justificar un gobierno y con– tinuar denominándose cristiano: "El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la ten– gan en abundancia" (Jn 10,10). Sentimos la alegría del Padre de la pará– bola del hijo pródigo: "Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado" (Le 15,24 y 32). Esta es la esperanza que nos mantiene en pie: recuperar a los hermanos perdidos, devol– verles su nombre, restituirles su dignidad hu– mana. Hay un detalle relevante en el evangelio de Lucas que ensancha el corazón y que ali– menta nuestra esperanza. Se encuentra en la parábola del rico epulón. En todas las parábo– las del evangelio los,personajes son anónimos. Pero en ésta, en la que uno de los protagonis– tas es un pobre, Jesucristo ha querido darle nombre propio: Lázaro. En cambio el rico no merece ese honor por parte del Señor. La en– señanza es clara : Dios conoce por su nombre al pobre, lo considera suyo, mientras que el rico es ignorado. Esa es la praxis del Padre celeste, así lo canta María: "Derriba a los so– berbios de corazón y enaltece a los humildes" (Le 1,51 -52) . El mismo Jesús fue encarcelado, torturado y asesinado. Se le quiso borrar de entre los vi– vos, cancelar su nombre. "Pero Dios le otorgó un nombre sobre todo nombre" (Fil 2,9).
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