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EL RETORNO DELHERMANO MENOR Fr. Carlos Bazarra, ofm cap. I La parábola del hijo pródigo (Le 15,11-32) es central como expresión del Evangelio. Un análisis de sus elementos más destacados pue– de poner en claro lo esencial del Reino de Dios: -Padre común; -filiación y fraternidad; -pecado; -perdón; -conversión y banquete; -rechazo del banquete. Es una parábola que recoge los relieves de otras parábolas: la del rico epulón y Láza– ro (Le 16,19-31) , la de los invitados que se ex– cusan (Le 14,16-24), la del fariseo y el publi– cano (Le 18,9-14) , la del buen samaritano (Le 10,30-37), la oveja y la moneda extraviadas (Le 15,1-10), etc... La tesis fundamental se establece en tor– no al regreso del hermano menor a casa. El drama que acongoja al Padre es la ausencia del pecador, y el objetivo que se propone es la búsqueda del ausente. La circunstancia que motiva las tres parábolas del capítulo 15 de Lucas es precisamente la actitud de Jesús de comer con los pecadores: "Los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos" (Le 15,2). La verdadera exigencia del Reino es la misericor– dia: "Vayan a aprender qué significa aquello de 'Misericordia quiero y no sacrificio' (Os 6, 6). Porque no he venido a llamar a justos si– no a pecadores" (Mt 9,13) . "Si hubiesen com– prendido lo que significa aquello de 'Miseri– cordia quiero y no sacrificio', no condenarían a los que no tienen culpa" (Mt 12,7). "Vete y haz tú lo mismo (que el que practicó miseri– cordia)" (Le 10,37) 1 . Este es el punto de partida de la espiri– tualidad del Evangelio: hay un vacío, una au– sencia en la casa del Padre. El hijo menor se alejó y no ha vuelto, una oveja abandonó el redil, una moneda se ha extraviado. La ale– gría y la felicidad volverán cuando el hijo se siente a la mesa con el Padre. Es el estribillo 68 que se repite machaconamente después de ca– da una de las parábolas de la misericordia: "Les digo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesi– dad de conversión" (Le 15,7. 10. 32). El hijo menor se presenta en otras pará– bolas como el pobre Lázaro a quien no se le permite sentarse a la mesa (Le 16,21); o "los pobres y lisiados y ciegos y cojos" (Le 14,21) quienes finalmente pueden participar del ban– quete; o del herido en el camino, cuyo encuen– tro rehuyen el sacerdote y el levita (Le 10, 31-32). El Reino de Dios nos propone a todos una tarea: hacer que el hermano menor vuelva a casa. Quien dice "hermano menor", dice "po– bre, indigente, pecador.. .". Se trata de una perspectiva antropológica, expresada en el jui– cio final bajo los adjetivos de hambriento, se– diento, forastero, desnudo, enfermo y encarce– lado (cfr. Mt 25,35-36). Y también implica una perspectiva teológica, pero indirecta, en cuan– to que "a Dios nadie le ha visto" (Jn 1,18; 6, 46; 1 Jn 4,12) y como razona Juan: "quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve" (1 Jn 4,20). Algunos piensan que el primer objetivo en la espiritualidad es la búsqueda de Dios, no la

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