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cuya solución no está en un tímido reformis– mo , sino en un cambio profundo, el del sis– tema capitalista por otro liberador. Más escandaloso aún es el papel históri – co de la Iglesia en esos países. Mayorías y mi– norías, explotadores y explotados celebran juntos los mismos misterios cristianos. Las clases dominantes encuentran así la manera de justificar el orden establecido, y a las cla– ses dominadas cada vez más empobrecidas sólo les queda el consuelo de una vida mejor... en el "más allá". Así es como el Evangelio se ha vuelto socialmente anodino. En la década 1965-1975 se produjo un despertar de la conciencia de muchos cristia– nos frente a la realidad, que fue dando origen a otro modelo de la Iglesia que se ha ido configurando como la Iglesia de los pobres, como expresión histórica de lo que el mismo Episcopado latinoamericano ha venido propi – ciando desde Medellín, una Iglesia que define su misión como servicio y como compromiso con la causa de los pobres, y que supone la crisis de otro modelo de Iglesia, el tradicional, o lo que se ha llamado Iglesia de la cristian– dad. No se trata de una alternativa, eviden– temente falsa y explotada por muchos con propósitos espúreos frente a la Iglesia institu– cional, una "Iglesia popular", sino de otro modo de estar presente la Iglesia en la so– ciedad. No hay, pues, dos Iglesias, sino dos modelos de Iglesia. El modelo de la Iglesia de los pobres tie– ne su propia estructura teológica y su propia articulación social, y orienta pastoralmente su acción en un doble sentido: -hacia el ex– terior, como defensora de los derechos de los pobres y apoyo de sus proyectos de libera– ción ; - hacia el interior, como conversión estructural y pastoral, partiendo de las co– munidades eclesiales de base. Se trata de una Iglesia que entiende su "autoridad" y su misión como servicio y como anuncio profético, no de otra Iglesia. A partir de 1975, y hasta el día de hoy, se inicia una nueva etapa de la Iglesia centro– americana, etapa de rupturas con el mode– lo tradicional o de cristiandad, de persecu– ción contra los cristianos y de división al in– terior de la Iglesia. América Central y su mis– ma Iglesia comienza a ser noticia casi a diario. La Iglesia nicaragüense tomará su propio camino encontrándose actualmente ante la alternativa de cómo entender su presencia en un proceso popular en marcha, a cuyo triunfo contribuyó decisivamente. Su gran reto es si acertará a acompañar humildemente al pue– blo que se organiza o construirá una Iglesia paralela al margen del mismo. En Guatemala, Honduras y El Salvador la Iglesia experimenta la persecución y la an– gustia de los conflictos intraeclesiales, mien– tras que en Costa Rica predomina un modelo de Iglesia de cristiandad con celebración ma– siva de sacramentos, y una pastoral de movi – mientos y obras materiales. Concluyendo, la concepción teológica de la autoridad como servicio y comunión pare– ce todavía una utopía. Todo progreso de la Igle– sia implica una desclericación, con la conse– cuente promoción de los ministerios laicales y la puesta en práctica de las opciones funda – mentales que la misma Iglesia se ha señalado en Medellín y Puebla; y más cuando vemos insinuarse en altas esferas jerárquicas inten– tos restauradores y una nostalgia de los "bue– nos tiempos pasados", de la disciplina frente a la libertad del Espíritu, la libertad de los hi – jos de Dios. Algunas precisiones La ponencia de Abraham Soria suscitó un diálogo que dio lugar a algunas precisio– nes por parte del mismo y de los integrantes del Encuentro: -Los franciscanos debemos ser elemen– tos dinamizadores del sistema. No tenemos mecanismos reales de transformación, ni es– tamos llamados a desarrollar liderazgos socia– les. La cuestión es qué proyecto de Iglesia es– tamos apoyando. Por otro lado, tenemos que caminar en las ambigüedades de la historia, acompañando al pueblo en su propio proce– so de crecimiento. -Francisco vivió un proyecto de vida y un modelo de Iglesia que contradecía el de su tiempo, pero no se marginó de la Iglesia. Fi – delidad a la Iglesia es fidelidad al pueblo de Dios que está viviendo un proyecto evangéli– co, el del Reino manifestándose presente, y fi– delidad a los hermanos. Una de las tareas más urgentes al interior de la Familia Franci~– cana es crear una comunión interna y una um– dad que nos permita reubicarnos en la reali– dad latinoamericana con nuestro proyecto de vida evangélico. - Puede haber diversos proyectos de Igle– sia, diversos modelos, y hay que evitar siem– pre la tentación de querer imponer nuestro modelo latinoamericano a otros, lo que no se- 9
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