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mo responde a toda una larga tradición de in– tromisión de su país en la América Central en defensa de lo que ahora se ha dado en lla– mar la "cuarta frontera", que limita precisa– mente con la de sus propios intereses econó– micos. Hay que hacer notar que los sectores más conservadores de la propia Iglesia nica– ragüense ven en el sandinismo una amenaza para su propia sobrevivencia, y ante el riesgo de una cubanización del país, prefiere optar por negarle su apoyo, lo que podría convertir– se en un riesgo acaso mayor. La represión, si bien está cediendo en va– rios países, ha sido verdaderamente dramá– tica en los últimos diez años, con decenas de miles de personas "desaparecidas", asesina– das, desterradas o "relegadas" (exilio inte– rior). El papel de la Iglesia Las declaraciones de principios de la Igle– sia latinoamericana a partir del Concilio, su decidida defensa de los derechos humanos y sus condenas, cada vez más claras, aunque en algun os lugares tardías, de los abusos de po– der de los gob iernos militares, la consolida– ción de la teología de la liberación , no obs– tante las campañas de descrédito orquestadas desde adentro y desde afuera de Latinoamé– rica, y últimamente dirigidas contra la así Ila– mada (ic inexistente!) "iglesia popular", las acciones de muchos eclesiásticos y laicos fren– te a la represión y el avasallamiento de los de– rechos humanos y las libertades públicas, que en más de una ocasión los ha llevado a entre– gar su propia vida, y, en general, la irrupci ón de las bases en el panorama eclesial de Amé– rica Latina, han contribuido, por un lado, al surgimiento de una nueva imagen de Iglesia comprometida con el pueblo y potencialmente "revolucionaria" , y por otro, a la reagrupa– ción de los sectores más conservadores y la aparición de tendencias involucionistas, que cuentan con el apoyo de los sectores más reac– cionarios de la sociedad, y al parecer con cier– tos liderazgos al interior de la Iglesia, y en– cuentran un eco inmediato y masivo en me– dios de comunicación influyentes, que exhor– tan una y otra vez a la Iglesia a no mezclarse en lo "contingente", manteniéndose fiel a su "propia misión". Pero es en lo contingente donde se realiza el Reino de Dios; y, como surge del análisis de los informes presentados en el Encuentro de Alajuela, no siempre los Episcopados lati– noamericanos se enfrentaron abiertamente 6 con contingencias de extrema represión, o lo hicieron de una manera demasiado blanda o prudente, destacándose sobre todo por su va– lentía y coherencia los Episcopados de Chile, Brasil y El Salvador. La CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos) ha mantenido en los dos últi– mos decenios un eficaz liderazgo en el ámbito de la Vida Religiosa latinoamericana, desarro– llando una perseverante labor de concientiza– ción en la línea de Medeilín y Puebla, y con una respuesta adecuada por parte de las Con– ferencias nacionales, con pocas excepciones. Ultimamente está experimentando algunas di– ficultades por parte de personas e Institu– ciones influyentes. Presencia franciscana La huella dejada por los Franciscanos en América Latina a lo largo de la historia ha si– do muy notable, y su presencia es todavía hoy cuantitativamente muy significativa: 6.000 religiosos de la Primera Orden. Los monas– terios de Clarisas, Clarisas Capuchinas y con– cepcionistas, pertenecientes a la Segunda Orden, sobrepasan el centenar, y son varias decenas de miles las hermanas de la Tercera Orden Regular, así como los hermanos de la OFS, notándose en los últimos años un nota– ble incremento de JUFRA. Del análisis realizado en los grupos en el Encuentro de Alajuela, a partir de los infor– mes presentados, surgió, sin embargo, la impre– sión de que la presencia franciscana en Amé– rica Latina no es todo lo cualitativamente significativa que cabría esperar en este mo– mento. Los orígenes de la evangelización del Continente estuvieron fuertemente marcados por el espíritu franciscano, con personalida– des carismáticas que dejaron su impronta no sólo en la religiosidad, sino también de algu– na manera en la idiosincrasia y en las cos– tumbres del pueblo latinoamericano, hasta la época de la emancipación y más acá. Esta impronta es todavía perceptible hoy en mu– chos países, y como dijo Andreas Müller, la afirmación de Gilberto Freire de que "el hom– bre del Brasil tiene un alma franciscana" ca– bría aplicarla a toda Latinoamericana. Pero tal vez sólo se trata de un perfume del pasado. A partir de la época de la eman– cipación, la presencia franciscana , con ser to– davía tan importante en el Continente (6.000 hermanos a comienzos del siglo XVIII) fue
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