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dad, vileza, simplicidad, estrechez, como de elementos connaturales a la pobreza. "La aus– teridad asustaba, la pobreza y simplicidad con– movían, y la devoción llevaba a la compun– ción a los visitantes de los lugares capuchi– nos"13. Las viviendas, ya lo hemos dicho, de– bían ser pequeñas, más semejantes a sepulcros que a habitaciones comunes. Los vestidos "de vil paño, y aun de los más viles que se encuen– tren en la región, los más abyectos, desprecia– dos y bajos de color que se encuentren" (CAlb, n. 24) ; "viles, abyectos, austeros, gruesos y me– nospreciados" (C1536, n. 21). El hábito, ajus– tado y simple; por cíngulo "una cuerda tosca, vilísima y gruesa, con nudos simplicísimos... ; con el fin de que, menospreciados por el mun– do tengamos mayor ocasión de mortificarnos" (n. 23) . Las sandalias eran una concesión pa– ra los más débiles, pero todos los que podían hacerlo andaban descalzos (n. 26). Así tam– bién era la austeridad en el dormir, "para per– manecer vigilantes, solícitos en la oración y conformes con nuestro Padre san Francisco, a quien muchas veces sirvió de lecho la des– nuda tierra, y con Cristo... ". Los hermanos dormían sobre tablas desnudas o esteras, o so– bre la paja (n. 25). "Parecía que su austeridad tuviese algo de desesperación" 14 . Una vida así tenía, por lo demás, al parecer de Bernardino de Asti, la ventaja de asegurar una buena selección vo– cacional, ya que sólo los candidatos muy de– cididos, fuertes de cuerpo y espíritu, soporta– ban semejante género de ascetismo; "la auste– ridad de vida hace buenos noviciados" 15 . "A nuestra congregación -decía Eusebio de An– cona- sólo se acercan hombres de bien dis– puestos a padecer, y este buen deseo los san– tifica"... 16. Por otro lado, teniendo en cuenta que aquella sociedad pre-barroca, ávida de con– trastes fuertes y gestos patéticos, amaba los valores formales, los capuchinos cultivaron cuidadosamente el porte exterior austero, mor– tificado, recoleto. Y se hizo clásica la figura del hermano burdamente vestido, con hábito remendado, descalzo, cabeza rapada, y barba hirsuta. Como es sabido, la barba no fue adop– tada por los capuchinos como un signo de re– torno a san Francisco, sino por motivos cir– cunstanciales; aprobado el uso de la barba por la bula de Clemente VII (1528) , encontró en las Constituciones una justificación como "al– go viril y natural, recio, despreciado y auste– ro" (n. 29). Semejante figura era acogida con simpa– tía, no sólo por el pueblo sencillo, sino tal vez más aún por la buena sociedad, casi co– mo un bello motivo decorativo sobre el fondo de la tapicería y los cortinados, la seda y el refinamiento de los palacios. Pero era tam– bién una predicación silenciosa de gran efec– to, como escribió san Francisco de Sales. Hermanos de los pobres En el Evangelio -escribe un biblista- no se habla ni siquiera una vez de pobreza, pero se habla noventa y cinco veces de pobres. Efec– tivamente, la pobreza no constituye una op– ción filosófica o ascética, sino una realidad trágica para los que la sufren. En su itinerario penitencial, san Francis– co descubrió primero al pobre como hermano, y después al Cristo pobre y sufriente. Para él, la pobreza consiste en vivir pobremente, co– mo cualquier otro hombre que sufre penuria, marginación, opresión; y como el hijo de Dios, "hecho pobre por nosotros en este mundo" , el cual afirma que lo encontraremos siempre que vayamos al encuentro de cualquier hermano que nos necesite. También los capuchinos des– cubrieron a los pobres antes de formular el ideal de pobreza. Es sugestivo el relato de los cronistas sobre la decisión de Mateo de Bascio en enero de 1525: Volviendo a casa, "no lejos del monasterio se encontró con un pobrecito que yacía en tierra, semidesnudo y muerto de frío ... Oyendo sus lamentos, se compadeció de él, y sacando del dorso dos buenas, anchas y largas piezas de lana... se las dio. Y encami– nándose luego al monasterio, desapareció el pobrecito, y nunca más lo vio, quedando en el corazón de fray Mateo una gran compasión por aquél y otros pobres, según me contó des– pués él mismo. Y cuanto más veía la comodi– dad de los hermanos en el comer, en el vestir y calentarse y en otras cosas, tanto más pre– sente tenía la pobreza que había prometi – do ... "17_ No era la primera vez que fray Mateo se sentía inclinado hacia los necesitados. En 1523, en la ciudad de Camerino, había servi– do a los apestados con gran caridad 18 . Lo mis– mo hicieron sus compañeros de reforma du– rante la gran carestía y peste de 1528/29 en varias zonas de Las Marcas; iban entre los apestados como al martirio, y aquel apostolado de caridad les sirvió grandemente para gran– jearse el afecto del pueblo, y en particular de la duquesa de Camerino19_ Como en tiempos de san Francisco, en los primeros años "se fatigaban en predicar y so– correr a los pobres, y bien entrada la noche se retiraban como podían a cualquier iglesia, hos- 145

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