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es. Y era suficiente que los hermanos decla– :aran no tener jurisdicción alguna sobre di– ;hos lugares, y que estuvieran prontos para )artir cuando fuere necesario" 1 º. A este espíritu de peregrinación respon– iía el estilo simple y provisorio de las resi– iencias. En un principio eran eremitorios o ugares abandonados. Las Constituciones de <\.lbacina prescribían que todos los "lugares" ~stuvieran fuera de las ciudades, pero no de– masiado distantes, y fueran edificados "lo más humildemente que fuera posible, de mimbres v barro, o piedra y tierra, excepto la iglesia, que debe ser pequeña... Y que las celdas sean pequeñas y pobres, de manera que tengan más bien apariencia de sepulcros que de celdas, y dichas celdas sean humildes y de poca alzada". Las Constituciones de 1536, más inspira– das en los escritos de san Francisco, recorda– ban el deseo del santo Fundador expresado en el Testamento: "no se reciban iglesias y ca– sas si no son conformes a la forma de la san– ta pobreza"; y recordaban muy justamente el sentido del peregrinaje (n. 73). Todas las de– pendencias debían ser "pequeñas, humildes, pobres, viles y bajas, para que todo predique humildad, pobreza y desprecio del mundo". La iglesia, "pequeña, pobre y honesta"; y esto aun por un sentido de minoridad y de servi– cio al pueblo de Dios, puesto que "se da me– jor ejemplo predicando en las iglesias de los demás que en las nuestras, y más con ofensa de la santa pobreza" (n. 74). Y se repetía el criterio de las Constituciones de Albacina: construcciones, en lo posible, "de mimbres y barro, cañas y adobe y materias viles, a ejem– plo de nuestro Padre, y como signo de humil– dad y pobreza", tomando como modelo "las pequeñas casas de los pobres" (n. 75) 11 . Otra manifestación del espíritu de provi– soriedad y despreocupación del mañana era la norma de no hacer provisión de las cosas necesarias, viviendo al día, confiados en el amor del Padre celestial (n. 81; CAlb, 17) . También los viajes se debían hacer a la mane– ra apostólica, sin provisiones, confiando en la buena voluntad de los hombres (n . 48). Finalmente, otro elemento de inseguridad de la pobreza personal y colectiva, en el sen– tido franciscano , es la prohibición del uso del dinero, tan fuerte en el cap. IV de la Regla. En la Regla no Bulada esta prohibición apare– ce en relación con la misión de los hermanos menores de "ir por el mundo"; efectivamente, la tentación de poder, para una fraternidad itinerante no es el adquirir propiedades, como para el monasterio benedictino, sino la ambi- ción pecuniaria. Después de la muerte de san Francisco, la Orden se daría pronto cuenta de que la vida de una institución desarrollada no es posible sin dinero; entonces se dio a la Re– gla una interpretación literal : "no recibir" di– nero no quiere decir "no tenerlo". Y se encon– tró la manera de ser fiel a la letra material in– troduciendo los sustitutos, los procuradores y los síndicos, que "recibían" el dinero a nom– bre de los bienhechores y de la Santa Sede, pero para los hermanos y bajo la dependencia de los superiores. Los primeros capuchinos, en la sincera revisión inicial, se dieron cuenta de que tales soluciones no eran sino subterfugios para sus– traerse al verdadero heroísmo exigido por la Regla. De ahí que, aun afirmando que acepta– ban las declaraciones pontificias, se negaban absolutamente a tener procuradores y síndi– cos, porque estas concesiones las considera– ban contrarias a la pureza de la Regla: "De procuradores y síndicos no hacemos men– ción.. . Y ordenamos que no se tenga otro pro– curador ni síndico sino Cristo bendito, y nues– tra procuradora y protectora sea nuestra Se– ñora la Madre de Dios, y nuestro sustituto, nuestro Padre san Francisco" (CAlb, 36). Simi– lares expresiones encontramos en las Consti– tuciones de 1536, n. 57. Y se agrega: No se debe hacer del dinero "más estima que del fango" (n. 58). Llama la atención el sentido genuina– mente evangélico que se respira en las motiva– ciones de todos los números sobre la pobreza en las Constituciones de 1536, y especialmen– te el espíritu de voluntaria inseguridad funda– da en la fe en la providencia de Dios de acuer– do con las enseñanzas de Jesús. Pobreza interior - Minoridad San Francisco dio más importancia a la pobreza interior, del espíritu, que a la exterior, de las cosas materiales. Para él, "vivir sin pro– pio" es tener el corazón desapegado de toda cosa, verdaderamente "expropiado" aun de los bienes internos y de toda ambición, codicia, complacencia propia, envidia de los bienes de los demás; el espíritu pobre no se preocupa por sí mismo, pone todo lo suyo a disposición de los otros, reconociendo que todos los bienes proceden de Dios y a él deben ser atribuidos. Esta doctrina se recuerda en las Constitucio– nes capuchinas de 1536 (n. 67). Y se inculcaba esta pobreza interior a los hermanos: "La pobreza exterior consiste en tres cosas: en el habitar, en el vestir y en el co– mer... Y si esta pobreza exterior importa, 143

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