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ELAMORALA POBREZA Y A LOS POBRES EN LA LEGISLACION Y ENLA VIDA DE LOS PRIMEROS CAPUCHINOS * Lázaro Iriarte, OFM Cap. Toda reforma de la Orden franciscana, inspirada en un sincero deseo de retorno a san Francisco, no puede menos de llevar a un redescubrimiento del ideal y de la vida de la pobreza evangélica, elemento primario del proyecto de vida franciscano . Y así, la prime– ra generación capuchina hizo de la pobreza el soporte del compromiso personal y colectivo de vida, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas del seráfico Fundador. Sin duda, toda reforma que viene desde adentro lleva consigo la im– pronta de la coyuntura histórica dentro de la que nace y se desarrolla. Los Capuchinos, sur– gidos en la Italia de comienzos del siglo XVI, en un clima renacentista y dentro de una so– ciedad, por una parte, atormentada por gue– rras, epidemias, carestía, ambiciones de fami – lias poderosas, y por un humanismo pagani– zante, y, por otra, tan sensible al mensaje evangélico, a la oración contemplativa, a los heroísmos de la caridad cristiana, a los recla– mos del espíritu de renuncia, debían necesa– riamente acusar en su espiritualidad y en su estilo de vida las preocupaciones y las aspira– ciones de su tiempo. A un ideal de vida espi– ritual, eminentemente individual, centrado en la experiencia personal de Dios, correspon– día un concepto de los medios de perfección en función del esfuerzo ascético mediante el dominio de las inclinaciones, la austeridad de vida, la maceración corporal, el talante modesto y humilde. También el modo de concebir y vivir la pobreza, como lo veremos, refleja esa atmós– fera espiritual; pero no por eso es menos au– ténticamente franciscana, la gran liberadora para el amor a Dios y a los hombres, para la 140 elevación del alma y la alegría de vivir, no obstante que el pesimismo convencional de la ascética del tiempo aflora de diversas mane– ras. El ideal de pobreza en los orígenes de la Reforma* Los iniciadores de la "rebelión" -Mateo de Bascio, Ludovico y Rafael de Fossombro– ne- no se preocuparon de definir su proyecto de vida. No eran teóricos. Querían la libertad de observar la Regla en su máxima pureza, sin las estructuras que impedían semejante fideli – dad. La bula Religionis Zelus, que dio exis– tencia canónica al movimiento, no hace men– ción de la pobreza; se limita a aprobar los compromisos concretos asumidos por aqué– llos: vida eremítica, como garantía de libertad y espontaneidad; hábito con un capucho pun– tiagudo, como signo del retorno a san Fran– cisco ; barba, como expresión de austeridad, usual en el ambiente de la época. Tres signos de la voluntad de ser auténticos 1 . Y fue esta autenticidad lo que les llevó a situar progresivamente la pobreza en el cen– tro de su nueva opción , como no podía me– nos de suceder tratándose de un retorno sin– cero a san Francisco. Las Constituciones de Albacina (1529) no se detienen en declaraciones de principios. Contienen prescripciones concretas, meticu– losas, sobre la pobreza, a través de las cuales podemos descubrir una reacción contra abu– sos específicos que los legisladores hab ían co– nocido en los conventos de la Observancia. Pero establecen ya criterios bien precisos: "Que todas las pertenencias sean pocas y po– bres, de manera que en todo resplandezca la sobriedad, la pobreza y austeridad". Y se cita el cap. VI de la Regla: "la altísima pobreza que hemos prometido, que nos hace herede– ros del Reino de los cielos, pobres en cosas, y que nos ha sublimado en virtudes; esta sea nuestra porción, que nos lleva a la tierra de los vivientes" 2 . Pero fue bajo el magisterio de Bernardino de Asti, verdadero modelador y educador de aquella primera generación, cuando el evan– gelio de la pobreza adquirió su genuino senti– do, a la luz de la doctrina de san Francisco. La reforma alcanzó a superar el fondo de reacción amarga, contestataria, de los prime– ros años contra la institución, para convertir– se en un verdadero movimiento espiritual de gran creatividad. En ningún otro documento aparece, por así decirlo, la mentalidad oficial de la nueva

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