BCCCAP00000000000000000001544

¿cuál es nuestro lugar como hijos de san Francisco en la Iglesia de los pobres? ¿Esta– mos dispuestos a retomar actitudes sinceras y comprometidas como la primera generación capuchina, aunque nuestro estilo de vida deba romper con convencionalismos, y, sobre todo, con seguridades de todo tipo que hacen impo– sible nuestra disponibilidad como verdaderos menores en medio del pueblo de Dios? Yo llamaría la atención sobre varios as– pectos del proyecto de vida de la reforma ca– puchina en sus orígenes, que son actualísimos : l. Lugar de la pobreza como disposición pa- ra la oración y la caridad. Cuando el co– razón se encuentra desligado no sólo de las cosas, sino, sobre todo, de las propias conve– niencias y las actitudes egoístas, aun en el sen– tido profesional, está más abierto al diálogo con Dios y a las necesidades de los otros. El gran obstáculo de tantos de nuestros herma– nos es hoy la "instalación" en puestos inamo– vibles que hacen utópico el sentido de peregri– naje y de dinamismo liberador, esencial a la pobreza evangélica. 2. Recuperar el sentido de lo provisorio, pro- fundamente vivido por los primeros capu– chinos es hoy más actual que nunca en el cli– ma de búsqueda y experimentación que se res– pira por todas partes. Se da ahora una justa perspectiva de las realidades terrestres y de la historia, el sentido escatológico del Reino abierto hacia el futuro en una espera confia– da, vuelta la mirada hacia la "tierra de los vivi entes", según la expresión de san Francis– co2s _ 3. Los primeros capuchinos encontraron una fórmula de desapropiación al obligarse a no tener derecho alguno sobre edificios, huer– tos , bosques y objetos de uso propio, depen– diendo de sus dueños. Así cumplían una de las que san Francisco llamaba "leyes del peregri– no : alojarse bajo techo ajeno (2C 59). Hoy esto podría tener una versión más de acuerdo con nuestro tiempo : renunciar a instituciones y medios propios de acción y apostolado, inte– grándonos en obras de otros, con una inser– ción minorítica en la Iglesia y la sociedad. 4. La prohibición del dinero, tan vital para san Francisco, no ha perdido actualidad. Si no puede ser observada según la letra, con– tinúa obligando según el espíritu, es decir, se– gún las intenciones evangélicas de san Fran– cisco. Y su intención fue que el dinero no se convirtiese en seguridad de vida para la frater– nidad, ni medio de poder o de acción. Nues– tras Constituciones han dado una versión jus– ta del espíritu del cap. IV de la Regla: "no ca– pitalizar". 5. La minoridad tiene muchas realizaciones en nuestro tiempo, especialmente en la vida y actividad de la Iglesia, sobre todo si se quiere volver a la sumisión a los obispos y re– nunciar a la concurrencia con otras fuerzas vivas que trabajan por el Reino de Dios. Pero una opción de minoridad a nivel de la Orden o de una Provincia supone un crecimiento en la pobreza interior: "pobreza-humildad-dispo– nibilidad". 6. Elegir la pobreza voluntaria, la del Evan- gelio, quiere decir ser del número de los pobres. No es una opción clasista -pobres contra ricos- , sino de situación y fraternidad. Pío XII, y luego Pablo VI, en múltiples ocasio– nes, han recordado a los capuchinos esta op– ción, tan clara para la primera generación ca– puchina: ir entre los pobres, mezclar nuestro sudor apostólico con el de los trabajadores, colaborar en su promoción humana y cristia– na, ser portadores en todas partes de paz y amor, alegría y esperanza. En el mismo sen– tido hablan nuestras Constituciones. 147

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz