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peramos poder publicar otros en el futuro. Al mismo tiempo cumplimos, si bien un poco tardíamente, con el pedido que nos hiciera el hermano Pascual Rywalski al enviarnos el li– bro "Le origini della Riforma Cappuccina", aparecido con ocasión de la celebración del 450º aniversario de la misma, de publicar al– gunos de los trabajos de ese libro. A continuación nos referiremos sumaria– mente a algunos otros aspectos característicos del carisma franciscano, pero a los que la Re– forma dio una acentuación peculiar, adaptán– dolos a sus propias necesidades y a las exigen– cias de su tiempo. a) Una espiritualidad de reforma El movimiento franciscano nace en el con– texto de los grupos de reforma y del movi– miento penitencial de los siglos XII y XIII, considerado como uno de los movimientos de renovación y reforma desde las bases más sig– nificativos de toda la historia de la Iglesia. Y la "vida en penitencia" será el eje de toda la espiritualidad franciscana. La decisión de "co– menzar a hacer penitencia" constituyó para Francisco la gracia inicial de su conversión y su vocación a una nueva forma de vida; y la continuidad de ese propósito la especificará como "permanecer en la penitencia". Esta "permanencia en el espíritu de reno– vación" que Celano atribuye a san Francisco (lC 103) marcará su vida hasta el final: "Co– mencemos, hermanos", y lo dejará a sus se– guidores como una herencia. El dinamismo y la tensión creadora de los orígenes se man– tendrá en la Orden mientras sus integrantes se mantengan fieles a ese espíritu de "nove– dad" y ese desasosiego tan característico de su Fundador. La profunda insatisfacción y los numero– sos intentos de reforma que afloran a lo lar– go de la historia franciscana no son sino el eco de aquella capacidad imaginativa y aque– lla tensión hacia nuevos comienzos que, cul– minando ya su vida, experimentaba el propio Fundador de la Orden, quien, "olvidándose de lo que ya había logrado, solo tenía ojos pa– ra ver sus propios fallos, convencido de que era más lo que le faltaba por alcanzar que lo alcanzado" (2C 140). Esta comezón o prurito de "comenzar de nuevo", que se manifiesta en la Orden Fran– ciscana como en ninguna otra, alcanzará su clímax en el siglo XVI. Se trata de la "eterna lucha en torno a la interpretación práctica del ideal franciscano" (Lázaro Iriarte, Histo– ria Franciscana, p. 231), la "voluntad de in– tegración." que caracteriza a toda utopía, se– gún Berdiaef, y de la "libertad de observar la Regla" -expresión paradigmática de la utopía franciscana- frente a una institución dema– siado instalada y agobiada de privilegios para mitigarla; de la insanable nostalgia de un pa– sado marcadamente carismático, que privile– gia elementos tan paradojales, aunque no con– tradictorios dentro del proyecto de vida fran– ciscano, como el alejamiento del mundo en retiro y soledad y la cercanía del pueblo. La Reforma Capuchina comenzó siendo un episodio más entre los muchos intentos de reforma de la época, con características inclu– so triviales en su origen mismo ; pero pronto la inseguridad de los primeros pasos y el lite– ralismo de sus iniciadores cedió el paso a un sereno equilibrio entre espíritu y letra, que re– flejan acabadamente las Constituciones de 1536, a menos de un decenio de la aproba– ción de la Reforma por la Iglesia. El éxito de la misma se debió, sin duda a ese equilibrio, que las primeras generaciones de Capuchinos se esforzaron por mantener casi de una manera obsesiva, y a la fi delidad y coherencia con que supieron vivir su pro– yecto de vida franciscana, que haría exclamar en 1552 a Bernardino de Asti, "verdadero pa– dre y educador de la Reforma" (Lázaro Iriar– te): "Hemos avanzado hasta el límite de lo posible, y si seguimos adelante, estaremos ya en contra de la Regla". Quedaba así demos– trada nuevamente la posibilidad de la utopía franciscana, como también el riesgo de defor– marla, cosa que la Orden franciscana ha he– cho reiteradamente, si bien no tanto por exce– so como por defecto, traicionando su propia nostalgia y su propio pensamiento simbólico, tan rico y matizado en su literatura y en sus declaraciones de principios, desde los orígenes hasta el día de hoy. Otro de los factores que contribuyeron al éxito de la Reforma Capuchina fue su capaci– dad de adaptación o su espontánea inserción en las corrientes de reformas pretridentina, y la justa respuesta que acertó a dar con su es– tilo de vida austero y predicación a los anhe– los de restauración de amplios sectores de la Iglesia de su tiempo y a la religiosidad popu– lar. Nos referiremos a esto más adelante. Este impulso reformador de los Capuchi– nos se mantendría sorprendentemente fresco y vigente a lo largo de casi tres siglos, hasta la época de la gran crisis de las Ordenes re- 131
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