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trecha y personal vinculación con los demás integrantes del grupo o la fraternidad, sin condicionamientos ambientales ni presiones autoritarias, antiguas o modernas, lo que im– plica un profundo espíritu de "desapropia– ción" y una permanente actitud de conver– sión a la fraternidad . En esta perspectiva hay que situar el reen– cuentro con los valores tradicionales, en una relación dialéctica con el pasado, y con un sentido de autocrítica y un espíritu de discer– nimiento personal y comunitario que haga posible una nueva síntesis operativa que recu– pere los valores esenciales de los orígenes y las "sanas tradiciones" de la Orden, evitando así un vaciamiento de nuestro proyecto de vi– da o una mal entendida uniformidad que só– lo contribuiría a desvirtuarlo o empobrecerlo. "Quien olvida su propia historia está con– denado a repetirla", se ha dicho justamente, o a "perpetuar una esclerosis" (Tillard). Se tra– ta de una lectura espiritual del pasado, que tiene en cuenta la letra en la medida en que es válida todavía, y solo lo es en cuanto cons– tituye un soporte indispensable para el espíri– tu. El desconocimiento de nuestros orígenes como Reforma dentro de la Familia Francis– cana y del "patrimonio propio" de la Orden y las "sanas tradiciones", equivaldría a una pér– dida de identidad como grupo. "Es necesario poner más de relieve y exponer más clara– mente la peculiar tradición de los Capuchi– nos, por la que vuestra Orden se distingue de las otras Familias franciscanas", no sea que "desvinculada de su inspiración original..., la sal se vuelva insípida" (Carta de Pablo VI al Capítulo general de 1974) ¿No hay, efectivamente, un cierto desabri– miento en la manera como se está proyectan– do nuestra vida como integrantes de la Fra– ternidad Capuchina a partir del Concilio Vati– cano 11? Los esfuerzos que se vienen realizan– do por la unidad de toda la Familia Francis– cana son, sin duda, un signo del tiempo pre– sente, y hay que felicitarse de los progresos realizados al respecto. Pero esto no puede ha– cernos olvidar que, desde el principio, y a lo largo de sus 450 años de existencia, o al me– nos de los 300 primeros, la Reforma Capuchi– na proyectó al interior de la Orden Francis– cana y de la Iglesia una imagen peculiar, que tal vez sintetizaban bien la clásica califica– ción del Capuchino como "il frate del popo– lo", y que estaba dada por una serie de ele– mentos objetivos y acentuaciones del carisma franciscano que demostraron su validez a lo 130 largo de los siglos y hasta tiempos relativa– mente remotos. Mirando al pasado A cualquier institución religiosa, y en ma– yor medida a aquellas cuya existencia y razón de ser remiten a unos orígenes marcadamen– te carismáticos, como la Franciscana, se le plantean continuamente la necesidad de reco– nocer sus propias raíces. Este "reconocimien– to" del pasado, que el Concilio pide a los re– ligiosos, y que, en nuestro caso, exige ser pro– fundizado y radicalizado a la luz de las orien– tacion es de la Iglesia en Puebla y Medellín y de los Consejos Plenarios de la Orden, se ha venido realizando en los últimos años de una manera casi exhaustiva en la Familia Francis– cana en el campo de la investigación y la difu– sión. Por lo que se refiere a la Reforma Capu– china, numerosos expertos y estudiosos han llevado también a cabo una acuciosa investi– gación acerca de sus orígenes y su espíritu, pero no ha tenido una difusión o divulgación suficientes. No se trata, evidentemente, de una "res– tauración o recuperación del pasado como un val or perdido, sino de obedecer al don del presente como continuidad con un proceso que se remonta a los orígenes", y de ser fie– les a su esencial radicalidad (G. Zoppetti, en CUADERNOS, n. 53 , p. 61). Se podría pensar que, a pesar de todo, se trata de una preocupación un tanto arcaizan– te o teñida de cierto romanticismo como nos– talgia del pasado, que aflora en épocas de cri– sis o decadencia; como también podría ser que perduren todavía en nosotros ciertos re– sabios traumatizantes del pasado más inme– diato, que, de todos modos, no tienen por qué existir en los más jóvenes. El hecho es que, a pesar de las urgencias de diverso carácter que impone una realidad social que parece haber desbordado una pro– blemática religiosa y eclesial muy actual hace apenas unos lustros, algunos hermanos, espe– cialmente entre los responsables de la forma– ción, echan en falta una referencia más explí– cita al pasado de la propia institución, en es– te caso la Reforma Capuchina y los conteni– dos esenciales de su propia identidad. Los trabajos de los hermanos Octaviano Schmucki y Lázaro Iriarte que ofrecemos en este número de CUADERNOS constituyen un valioso aporte para un mejor esclarecimiento de la "vocación franciscano-capuchina" , y es-
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