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cac10n de los criterios formativos desde la perspectiva franciscana y una profunda reno– vación de las estructuras educativas en lo que se refiere a la formación inicial. Los hermanos OFM, luego del Consejo Plenario celebrado en Bahía (Brasil) en junio pasado, se proponen llevar a cabo desde la Curia General y desde las diversas Conferen– cias, una nueva planificación de la actividad pastoral de la Orden. Igualmente, los herma– nos Capuchinos están dando los primeros pa– sos para un Consejo Plenario que versará so– bre la presencia apostólica de la Orden en el mundo, y que sería precedido por una III ALAC (Asamblea Latinoamericana Capuchi– na), proponiéndose abordar críticamente la realidad de la Orden en ese campo. La actividad apostólica de la Orden, en lo que va del siglo, y especialmente en los úl– timos decenios, por un lado, ha desbordado la propia misión específica y la disponibilidad de hermanos, y por otro, está fuertemente marcada por criterios eficientistas y orienta– da en gran medida al mantenimiento de los compromisos adquiridos en la línea de minis– terios y obras, que no es precisamente la fran– ciscana, o al menos no debería ser privilegia– da, como sucede actualmente. La ruptura operada por el Concilio al in– terior de los Institutos religiosos, y concreta– mente de nuestras venerables y antiguas pro– vincias españolas y latinoamericanas, muchas de éstas dependientes de aquéllas más de lo que hubiera sido deseable, afectó a toda su vida y actividad, encuadrándolas en una pers– pectiva autoritaria y pre-moderna de asimila– ción de principios y pautas de conducta reci– bidas, al margen de los procesos acelerados de cambio cultural y social, dejando a los her– manos desarmados para enfrentar los desafíos del mundo actual con una actitud creativa, como se puede advertir en los métodos mar– cadamente conservadores que predominan to– davía en nuestra actividad pastoral, y su inhi– bición en relación con los problemas que afec– tan a la dignidad humana, la justicia y la paz. Es el mismo desfase que tuvo lugar en los otros dos elementos constitutivos del ser reli– gioso: la experiencia de Dios y la vida comu– nitaria, si bien en este campo se han dado importantes progresos. La disolución del siste– ma sacra! tradicional, calificado como "obser– vancia regular", se estaba convirtiendo en una deformación de experiencias seculares origi– nales, vividas a lo largo de siglos por herma– nos eminentes por su espíritu franciscano y su santidad, en los que aquel estilo de vida en– contraba, por otro lado, su legitimación; pero que ya no respondían a las necesidades y las tendencias de las nuevas generaciones. La recuperación que se ha ido producien– do en los últimos años a favor del Concilio y de las orientaciones de la Iglesia y de la Or– den, apunta cada vez más, como no podía ser menos, a la vivencia de una auténtica expe– riencia de Dios y del Espíritu, percibida cada vez con mayor claridad como el elemento fun– damental y fundante de la vida consagrada, privilegiando el seguimiento de Cristo, como la "Perfectae Charitatis" lo enunciaba, como la única norma absoluta de la vida religiosa. El equilibrio, y podríamos decir la madu– rez teológica con que Francisco vive el miste– rio cristiano, la comunión con las tres divinas Personas, y una espiritualidad tan dependien– te de la palabra de Dios que lo convierte en el más fiel y auténtico "oyente de la palabra", la reconocemos una y otra vez como ejemplar y singularmente actual y apta para inspirar nuestros propios procesos de maduración per– sonal y comunitaria, y para evitar la reduc– ción de la experiencia de Dios a cualquiera de sus mediaciones. El cambio de perspectiva de una expe– riencia religiosa propia de un contexto sacra! a una experiencia de Dios en la libertad del Espíritu corresponde a la etapa de madura– ción de la persona y el grupo, más allá de las preocupaciones psicologizantes y las técnicas y dinámicas que en un momento determinado de la renovación posconciliar parecían ocu– par toda la plaza, y que, evidentemente, no tienen por qué ser desplazadas ahora, pero sí situadas en su verdadera dimensión. De lo que se trata de todos modos es de crear una co– munidad de "hermanos espirituales" sólo po– sible desde una auténtica experiencia de en– cuentro y comunión con el Señor Dios vivo y verdadero de cada uno de los hermanos in– tegrantes de la comunidad, la gracia sobre to– das de la presencia del Espíritu, que abre a cada uno de sus integrantes y a _la comunidad entera a una perspectiva liberadora y una exi– gencia de comunión con los otros, y de servi– cio o "diaconía". Ya no se trata, pues, de asimilar una serie de expresiones religiosas objetivadas en nor– mas de vida común, y este hecho pudo dejar a más de un hermano a la intemperie, ni tam– poco de nuevas técnicas de aprendizaje, sino de vivir el misterio de Dios Padre revelado en Jesucristo en la libertad del Espíritu, y en es- 129

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